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Una Premio Nacional de Danza condenada al exilio
Entrevista a Nazareth Panadero. Publicada por Prado Campos en El Confidencial, el 26 de octubre de 2014
Recién aterrizada en Nueva York, Nazareth Panadero se encontró el lunes con un bombardeo de emails lleno de felicitaciones. “No sabía de qué hablaban”, responde entre carcajadas en una entrevista por Skype con El Confidencial. El Gobierno le había concedido el Premio Nacional de Danza 2014. Acto seguido, la emoción y la gratitud máxima, pero no esa que toca ante los reconocimientos sino la de quien se sabe fuera de su casa y de sus raíces desde que tenía poco más de 20 años.
“Para una persona que lleva tantos años fuera de su país este premio significa algo así como un regreso. Un regreso lleno de añoranza. Estoy tan lejos, más ahora en Nueva York, que me ha hecho regresar a casa. Es como un abrazo que me da mi país”, reflexiona emotiva.
Y es que eso de tener que salir de tu país para poder trabajar y triunfar ha sido la historia de su vida como bailarina, con permiso de su gran maestra y mentora Pina Bausch. Imagínense a mitad de los setenta las oportunidades que había en España para los bailarines… “La danza en todas partes es un arte que siempre va por detrás de los demás. Y en España es más complicado todavía porque tenemos un cierto retraso histórico que es difícil recuperar. Aunque sí es cierto que desde que yo me fui la danza ha evolucionado mucho en España. Hoy hay muchos más espacios que en mi época”, explica.
Dejar Madrid fue para Panadero una obligación más que una elección. Y una opción que la ha convertido en una de las bailarinas más reputadas del mundo. El jurado del Premio Nacional, otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, ha destacado su “larga trayectoria como intérprete” y el hecho de que es “una los máximos exponentes de la danza-teatro, uno de los lenguajes más significativos del siglo XX”.
“Cuando me marché en 1976 lo hice porque no había sitios donde bailar en España. Si los hubiera habido, te aseguro que me habría quedado”, dice tajante. “En aquellos tiempos no pensaba en la emigración. No era mi deseo pero es que no existía ni el Ballet Nacional. Había pequeños grupos en los que trabajé en Madrid como el Joven Ballet Concierto o el grupo de Juliette Durand, con presupuestos minimísimos de los que no se podía vivir”.
Hoy, dice, “hay muchos conversatorios de danza y salas alternativas". "En 1976 ni existían. Y eso es un cambio enorme”. Aun así, añade, “voy poco a España pero creo que son pocas las compañías que pueden vivir todo el año de la danza. Pueden hacerlo unos meses. Aunque en mi época eso ya era algo impensable”.
Quizás por eso los jóvenes bailarines españoles, destaca, son reconocidos en prácticamente todas las compañías internacionales. Emigrar es el precio para triunfar en tu vocación, eso sí. “La emigración porque sí nunca es una cosa agradable pero, en general, es más una necesidad porque no encuentras el lugar en el que está lo que necesitas”, aclara.
¿Por qué bailar?
Nazareth explica que la danza le atrapó desde pequeña. Sus padres la llevaban al teatro y al ballet a menudo hasta que acabó yendo a clases de danza. “Mi padre me buscó el conservatorio, entonces en la zona de Ópera. Y desde mi primera clase con Ana Lázaro, en aquella bonita sala con un piano de cola, donde María Dolores estaba tocando Chopin, aquel lenguaje de la danza me pareció el mío”, recuerda.
Después se siguió formando en danza clásica con María de Ávila y Juliette Durand hasta que en 1976 se fue a Francia. Allí formó parte del Ballet Theatre Contemporain de Angers y dos años después empezó a estudiar modern dance con Peter Goss y a trabajar en el Ballet de Poche.
Pero si un año fue clave de su vida ese fue 1979. La bailarina y coreógrafa Pina Bausch, una de las figuras imprescindibles de la danza contemporánea del siglo pasado y precursora de la danza-teatro, fue por primera vez a París con su espectáculo Blaubard (Barba Azul). “Me quedé extremadamente fascinada e intrigada por Pina”, asegura Panadero. Escuchó que iba a hacer una audición y allí se fue. “No pensé seriamente en trabajar con ella porque en esos tiempos me parecía que lo que hacía era algo súper especial pero que no era para mí”, dice.
No solo ella pasó la audición. También lo hizo su pareja, que después sería su marido, Janusz Subicz. Ambos decidieron irse un año a Alemania a la compañía de Pina Bausch: Wuppertal Tanztheater. Y ese año se ha convertido en 35. “Pina invitó a un hombre y a una mujer a participar en su trabajo, a nosotros, sin saber que éramos pareja. La aventura era tan excitante que fuimos para un año… Y mi fascinación dura hasta hoy”, añade.
Nazareth habla de su gran maestra con fascinación y devoción. “Encontrarme con Pina fue algo radical. El punto cero desde el cual ha discurrido mi vida”, intenta describir. La célebre bailarina y coreógrafa murió en 2009 con 68 años y en activo. “Pina, desde el momento que la conocí, ha significado un cambio fundamental para mí. Era algo distinto a todo. Su profundidad, su estética… Llegar a Wuppertal Tanztheatre fue un cambio radical y brutal”, señala.
Para ella es complicado resumir en una frase lo que Pina ha podido significar ya no en su carrera sino en su vida. Intentándolo destaca el hecho de que Pina Bausch “no trabajaba con bailarines sino con personas. A todos nosotros nos descubría talentos que ni sabíamos que teníamos. Claramente el desarrollo que he tenido con Pina no lo hubiera tenido en ningún otro lugar. Con ella me di cuenta de que tenía una voz propia que podía utilizar”
En activo con 59 años
Ahora Nazareth Panadero está en Nueva York con Wuppertal Tanztheatre. De ahí, irá Canadá con Vollmond (Luna llena), uno de los muchos y célebres espectáculos creados por Pina Bausch y que la compañía presentó en El Escorial en 2008.
Lo sorprendente es encontrar una bailarina a pleno rendimiento casi con 60 años. La clave explica, una vez más, está en su mentora. “Si no hubiera sido por Pina no hubiera bailado hasta los 59 años. El hecho de darse cuenta de que uno puede evolucionar y seguir siendo creativo y bailando a partir de cierta edad es algo que le debo a ella”, dice categórica.
Respecto al futuro, la flamante Premio Nacional de Danza explica que quiere seguir en activo llevando a cualquier rincón del mundo las piezas creadas por Pina Bausch “mientras el físico me lo permita”. “Nunca tengo suficiente de su lenguaje. Un lenguaje que hoy permanece vivo”, aclara.
Visitar España o no (en septiembre estuvo impartiendo un seminario en el Conservatorio María de Ávila) es una incógnita para una mujer que ha labrado su exitosa carrera fuera de España. Esos profetas fuera de nuestra tierra... Y es algo más complicado si cabe con la apretadísima agenda que tiene por delante. “Me encantaría ir más a España. De momento no tengo nada en vista pero siempre quiero volver a mi país. Alemania es un país adoptivo pero yo soy española”, concluye.
El Confidencial, 26 de octubre de 2014