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Lucía Lacarra: “No necesito más legado que poder tocar el corazón y la fibra sensible del espectador”
Entrevista publicada en Dantzan, por Iratxe de Arantzibia, julio 2017
Lucía Lacarra repasa en exclusiva para DANTZAN su trayectoria y sus nuevas perspectivas profesionales.
El joyero de su madre puso a una bailarina ante sus ojos por primera vez en su vida. Pero en su localidad natal no había ningún estudio de ballet. Pensando en desanimarla con su vocación precoz, su madre la llevó a un cursillo en Tarragona. Le salió mal la jugada, porque Lucía Lacarra (Zumaia, 1975) estaba destinada a escribir una página en la historia del ballet. Formada con Mentxu Medel en Donostia y en la Escuela de Víctor Ullate en Madrid, debutó como profesional en su compañía, en 1991. Descubrió un termómetro interior que le llevó al Ballet Nacional de Marsella (1994-1997), donde se transformó con Roland Petit. Tras ponerse a prueba en el San Francisco Ballet (1997-2002), vivió su etapa más estable en el Ballet de la Ópera de Múnich (2002-2016).
Poseedora de un palmarés envidiable –Premio Nijinky, Premio Benois de la Danse, Premio Nacional de Danza o Bailarina de la década-, uno de sus mayores hitos profesionales es haber sido la primera bailarina en interpretar en directo “El Danubio azul” en el tradicional Concierto de Año Nuevo de Viena en 2007. A sus 42 años y feliz madre de una niña de dos, Laia, ha tomado las riendas de su carrera y trabaja con su marido, Marlon Dino, de forma freelance, mientras continúa rellenando páginas de su diario de actuaciones, aquel que inauguró en su debut en Cádiz, hace ya veintiséis años.
¿En qué momento profesional se encuentra?
Me siento súper bien, porque ha sido un momento de cambio, después de muchos años en cuatro compañías y especialmente de 14 años en la última compañía. Finalmente, he podido tomar las riendas de mi carrera. Me siento dueña de mi propio calendario. Es una vida completamente diferente: tienes mucha más libertad de elección, pero te requiere mucha más disciplina porque nadie te obliga a ensayar. También me ha dado la oportunidad de hacer cosas más experimentales, que no puedes hacer en una compañía en la que el repertorio cambia gota a gota. Después de tantos años en escena, es un lujo poder permitirte eso.
¿Se baila de la misma manera a los veinte que a los cuarenta años?
Lo injusto de la danza es que cuando tienes veinte años, tienes energía, fuerza y habilidad, pero no tienes el saber estar de los cuarenta. A esa edad, le das importancia al solo o al paso a dos. Cuando tienes cuarenta, disfrutas tanto o más de los pequeños momentos como el modo en el que entras en escena o la pantomima. Y hay roles que haces mucho mejor cuando tienes más madurez: te conoces mejor a ti misma, tienes más tranquilidad en un escenario, no estás intentando demostrar nada, vas más intentando disfrutar, porque tú ya sabes qué haces mejor, peor o las cualidades que tienes. Con cuarenta, sabes quién eres; con veinte, te estás buscando. Y es una gozada porque vas al escenario a disfrutar; ni siquiera compites contigo misma.