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Tratamientos televisivos para con la danza
Por José Luís López Enamorado, guionista y programador de Televisión Española.
Estoy en la sede del Ballet Nacional de España con mi buen amigo José Antonio. Asisto a los ensayos de La Leyenda que después voy a grabar para un programa especial que la TV Educativa dedicará al Día Internacional de la Danza. Es primavera de 2005. A mi lado está Vicente Merino, el hombre de Producción que trabaja conmigo estos últimos años y que asiste por primera vez a los ensayos en estudio de una gran compañía de danza. Vicente esta sorprendido y emocionado porque los sentimientos le bombardean continuamente. Le llegan muy cerca, casi rozándole, los esfuerzos, los pasos difíciles, los guiños interpretativos, los sudores, los desplantes, las mujeres bonitas, los temblores del suelo al ritmo de los taconeos.... Vicente me dice al oído: “José Luís, tienes que recoger estas sensaciones”.
¡Ahí es nada! Recoger en el frío soporte del vídeo el valor más profundo de la danza, su alma, su auténtica razón de ser y existir. Es una pretensión ciertamente difícil pero, si se han vivido esas sensaciones, sin duda será más fácil mostrar la danza.
Participar vivamente de estos momentos receptivos es uno de los privilegios que he tenido durante muchos años, para mi satisfacción y conocimiento, gracias a mi dedicación casi exclusiva al mundo de la danza en Televisión Española, desde 1977. Ya en mis primeros trabajos como director de programas de danza, supe que a la hora de contar con imágenes una coreografía, la única forma de captar ese alma de la danza radicaba en una convivencia intensiva con ella. Primero, tendría que contar con un realizador que tuviera una especial sensibilidad; después, él y yo trabajaríamos muchas horas en los ensayos con el coreógrafo y los bailarines, para recibir todas esas sensaciones, para entender el trazado coreográfico, la intencionalidad, los protagonismos, la narrativa... para descubrir gestos, para entender el porqué de esa coreografía y contárselo después al espectador, con un lenguaje sencillo y fiel. Los guionistas, como los coreógrafos, somos hacedores de historias que comienzan en un estudio vacío o en un folio en blanco. Unos trabajamos con el lenguaje de las palabras y los otros con el lenguaje del cuerpo. Pues bien, si queremos dar testimonio de esa nueva obra, lo mejor será asistir personalmente al nacimiento y desarrollo de la misma.
Por mi trabajo en el medio televisivo, he asistido a la creación de numerosas coreografías de los más variados estilos. En un principio todo fue bastante empírico pues, allá por los años setenta, la realidad de danza en Televisión Española se limitaba mayormente al folclore, al flamenco y a la danza española; en menor medida al clásico, con actuaciones de compañías extranjeras grabadas en algún teatro español, y la danza contemporánea no existía, no se contemplaba su programación. No había antecedentes de otros géneros de danza diferentes al flamenco o a la danza española y había que actualizar los tratamientos de imagen dados hasta entonces. Había que contar la danza de otro modo.
La ocasión se me presentó inmediatamente. En junio de 1975, Televisión Española participó en el Festival Internacional de la Danza celebrado en Estocolmo y tuve la gran suerte de ser designado para representar a la cadena. Durante una semana asistí a conferencias, actuaciones y proyecciones de coreografías grabadas en vídeo o filmadas – visioné un total de 105 – y conocí a los grandes maestros. A unos en persona (Kurt Jooss y Birgit Cullberg que presidían el Comité Internacional de la Danza). Y a otros, a través de sus testimonios audiovisuales: Béjart, Ailey, Graham, Tetley, Limón, Flindt, Van Manen, Nikolais, Neumeier, Ashton, Tharp, Balanchine, Taylor... ¡casi todos! Gocé del privilegio de contemplar documentos únicos, como fue un análisis de la obra de Agnes de Mille o las filmaciones de principios de siglo XX de la Dance Collection de New York.
En Televisión Española era necesario y urgente abrir el abanico de posibilidades a los numerosos jóvenes inquietos que, con muchas dificultades, intentaban abrirse camino en terrenos nada fáciles, por ser desconocidos en nuestro país. Nació el programa La Danza y con él pudimos contribuir a ello, abriendo una ventana para que las nuevas compañías nacionales dejaran el testimonio audiovisual de sus creaciones e inquietudes. Estuvo en emisión durante cinco años alternando las producciones propias con grabaciones de otros países. Después de La Danza llegó Paso a Paso, que permaneció en antena otros cinco años, y por último Ballet cerró la ventana de Televisión Española a la danza en los esquemas de emisión en abierto. Mis trabajos posteriores con este género han llegado con el lenguaje del documental y sin periodicidad de emisión determinada: Tiempo de Danza, Retratos de Danza, La forja de un bailarín y Pasos cambiados, son series que hablan de danza pero que no recogen coreografías íntegras.
Dieciocho años de mi vida profesional en Televisión Española han estado destinados a favorecer y apoyar el arte de la danza que, a su vez, me ha proporcionado muchos conocimientos y no pocas sensaciones de privilegio.
Hay que luchar por conseguir que la danza ocupe el lugar que le corresponde, también en las programaciones televisivas, como cualquier otra parcela cultural. España posee, en los más variados estilos, un potencial extraordinario de coreógrafos y bailarines que hemos de mantener vivo, alerta e inquieto con las únicas armas posibles: formación, actividad y difusión. Será mejor para todos...
A mí me ha ido bien con la danza... muy bien.
José L. López Enamorado
Julio de 2006