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Tamara Rojo: " No hay ninguna razón por la que España no pueda ser una potencia cultural"
Entrevista publicada por Julio Bravo en ABC, 21 de abril de 2014
La compañía que dirige la bailarina española presenta «El corsario» en Madrid
La disciplina que exige el ballet ha contribuido sin duda a forjar el carácter firme de Tamara Rojo, que difícilmente se relaja cuando habla de danza; sabe de la responsabilidad que tiene como mascarón de proa de un arte del que es una de sus principales representantes, tanto en España como en la Gran Bretaña en la que reside y trabaja desde hace casi dos décadas. No titubea ante las preguntas, porque tiene las ideas muy claras. Siempre las ha tenido. Esta semana vuelve a Madrid (a los teatros del Canal, a apenas unas manzanas de la casa familiar), esta vez como directora del English National Ballet, una de las más prestigiosas compañías de danza de Europa. Presenta su última producción «El Corsario».
-Las entradas se agotaron nada más ponerse a la venta; está claro que al público le interesa el ballet…
-El buen ballet siempre le ha interesado al público.
-¿Qué tiene de especial esta producción?
-Tanto los decorados como el vestuario son nuevos, hemos colaborado muy estrechamente con el diseñador, Bob Ringwood -que ha trabajado en películas como «Troya» o «Batman»- para que fuera muy espectacular. También se ha revisado la producción con Anna-Marie Holmes desde el ángulo narrativo para que fuera una historia mucho más simple de comprender, y que fluyera mejor. Se trata de la revisión de un clásico, no podemos presentarlo como se hacía cincuenta años atrás.
-¿Resulta fundamental para que el ballet conecte con el público de hoy?
-Lo es para las artes escénicas en general. Solo así pueden continuar vivas. Y lo mismo que en el teatro, donde los directores revisan las obras y les dan nuevos puntos de vista e interpretaciones, se debe hacer con el ballet. De otra manera se convierten en piezas de museo. Hay también que tener en cuenta que los bailarines tienen cada vez mejor técnica y características distintas. El drama y la pantomima no se pueden tratar de la misma forma que antes. Todo esto debe evolucionar.
-¿Lo entienden así todas las compañías, o el ballet está en este sentido de evolución por detrás de otras artes escénicas?
-Depende. Hay figuras en la historia de la danza que han sabido entenderlo, como Rudolf Nureyev o Mikhail Baryshnikov. Y el hecho de que ellos vinieran de la tradición les permitía tener la libertad de romperla y crear sus propias versiones con un ángulo contemporáneo, más acorde con su época. Es cierto que hay compañías que confunden la preservación de su estilo y su individualidad con la preservación del todo. Y eso es peligroso, porque puede suceder que si dejas un ballet igual que hace cien años, con los mismos trajes, los mismos decorados, los mismos pasos, la misma mímica, incluso con la misma duración, se pierde al público.
-¿Y cómo se ha recibido este «Corsario» en Gran Bretaña?
-Sigue siendo un clásico, y está presentado como tal; y así lo han recibido. Como un espectáculo ameno, donde el público puede ver la capacidad artística y técnica de los bailarines de hoy en día.
Transmisor de emociones
-¿Tiene la danza clásica la misma capacidad de expresión y de comunicación que otras artes escénicas, o se limita a ser simplemente algo bello de contemplar?
-El ballet tiene, sobre todo la capacidad de transmitir emociones, y a veces mucho mejor que las palabras. Y es, además, un arte internacional, porque no tiene el condicionante del idioma. Desde ese punto de vista puede conectar con cualquier cultura y cualquier país.
-¿Y puede disfrutarse igual, o solo es capaz de llegar a un público iniciado?
-El ballet, como la música, se puede disfrutar sin necesidad de entenderlo; pero si se entiende, se puede apreciar lo que es verdaderamente extraordinario y se gozará más.
-¿El español es un público entendido?
-Teniendo en cuenta lo esporádicamente que se ha presentado ballet clásico en España, es muy entendido. Claro que sería mejor si pudiéramos disfrutar, como en el Reino Unido, de cuatro compañías clásicas; entonces los españoles podríamos tener acceso no solo al ballet, sino a muchos estilos y tipos de ballet. En España se estudia mucha danza, hay muchas escuelas y conservatorios, y eso da una gran comprensión del arte.
Gran compañía española
-¿Ha perdido usted la esperanza de que España tenga no ya varias, sino una sola gran compañía de danza clásica?
-Obviamente, a mí me parece que debería existir esa gran compañía. Son muchos años creando talento y exportando figuras de danza clásica. Ahora, con la llegada de José Carlos Martínez a la Compañía Nacional de Danza, existe la oportunidad –si recibe el apoyo que el proyecto merece- de tener finalmente una compañía clásica de prestigio internacional.
-¿En qué situación están actualmente las grandes compañías de ballet?
-Antiguamente, existían solo en los reinos donde los Reyes las apoyaban: Francia, Rusia y Dinamarca. Hoy en día, prácticamente todos los países de Europa tienen sus compañías, y en algunos lugares, como Alemania o Estados Unidos, hay varios conjuntos muy importantes. En el siglo XX hubo una explosión de compañías de ballet por todo el mundo.
-Ahora que menciona a Europa, y yendo a cuestiones más generales, ¿cree que el Viejo continente sigue siendo la potencia cultural del mundo?
-Mmmm… Es una cuestión interesante. Asia y, más concretamente, China, están empezando a convertirse en la gran potencia económica, y eso les va a dar un gran peso cultural, pero ellos siguen mirando a Europa como referente, y tratan de asimilar las tradiciones europeas. En eso, Europa sigue líder en todo el mundo; es algo de lo que deberíamos ser conscientes y sentirnos muy orgullosos de ello. Y España merece en este aspecto tener un papel mucho más relevante, pero para ello deberíamos tener una política firme de soporte a la creación y apoyo a la cultura. Porque una potencia cultural puede atraer a los grandes capitales en el futuro. La calidad de vida depende mucho de la cultura… Eso se ve en Londres, por ejemplo, donde hay olas de inmigración de los países vecinos, porque no solo hay trabajo sino una gran oferta cultural para la gente que tiene ocio y dinero que gastar. No hay ninguna razón por la que España no pudiera ser otro destino cultural.
Sin planificación
-¿Hay en nuestro país una excesiva ideologización de la cultura?
-Creo que el problema no es ese, sino que no hay una planificación a largo plazo. No hay suficiente transparencia en los procesos de las organizaciones culturales públicas o subvencionadas. No hay una buena ley de mecenazgo, que podría estimular a la parte privada. No se ha hecho tampoco –sí se hizo en Reino Unido con el Consejo de las Artes- un trabajo concienzudo para que la sociedad se dé cuenta de la verdadera importancia de la cultura; no solo desde el punto de vista moral y de calidad de vida, sino también desde el punto de vista económico. Londres no es un destino turístico por el clima, sino por su oferta cultural.
-¿Y en España no somos conscientes de ello?
-En España no estamos suficientemente orgullosos de nuestra cultura y nuestras tradiciones y las consideramos simplemente folclore, sin darnos cuenta de que es la base de la cultura que llamamos seria. Los grandes compositores, los grandes pintores, los grandes coreógrafos se han basado en el folclore. Hay que invertir en él, en las artes escénicas, en el diseño; en resumen, en la cultura y en la industria creativa.
-¿No hay de todos modos una banalización de la cultura, un auge del entretenimiento, como ha denunciado Vargas Llosa? Los medios de comunicación, y la televisión en particular, ¿hemos bajado el nivel?
-Hasta cierto punto estoy de acuerdo con Vargas Llosa. Hay tal vez un ansia de consumo del entretenimiento más superfluo, y lo hacemos en realidad para llenar una necesidad de otra cosa. Pero esa alternativa es como un sucedáneo de chocolate: lo comes y no te alimenta. Quizás se debería tener una mayor oferta cultural que lleve a la reflexión vital, moral, ideológica… De cualquier tipo.
-¿Y ahí qué papel juega el ballet?
-El que juegan todas las artes. Yo he hecho ahora un documental para la BBC sobre la creación de «El lago de los cisnes»: «Good swan, bad swan. Dancing Swan Lake», y ha tenido un gran éxito y repercusión. Se pueden poner ballets completos por televisión, pero se pueden hacer muchas otras cosas. Se puede usar la televisión para introducir una forma de arte, y abrir para el público una ventana a su interior; en el caso del ballet los estudios, las clases, la psicología de los personajes, la dificultad técnica. Yo recuerdo ese tipo de programas en TVE, y los echo mucho de menos.