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La Tabacalera de Lavapiés
Publicado en el núm. 25 de la Revista DDanza
Publicado en la Revista DDanza, núm. 25
El pasado mes de junio La Tabacalera de Lavapiés abrió sus puertas. Las personas y colectivos detrás del proyecto tardaron casi cuatro meses en hacer de la antigua fábrica de Tabacos de Madrid un lugar transitable listo para ser ocupado e intervenido por creadores, público, vecinos y todos aquellos que quisieron acercarse a esa fiesta de apertura. Su propuesta, un espacio para encontrarse donde la producción artística sea una práctica social accesible y compartida por todos, está en marcha.
Por: Teresa Villarroya
Dentro del barrio de Lavapiés, en la calle primavera, las cigarreras de la antigua Fábrica de Tabacos de Madrid tenían su propia verbena que se conocía como La Flor de Lavapiés. Mujeres modernas para su tiempo –eran obreras especializadas y sindicadas, algunas de ellas madres solteras–, las trabajadoras del tabaco acudían los domingos a este baile popular que se localizaba no muy lejos de su fábrica. Casi cien años después, la entrada de mujeres de la antigua Tabacalera es el acceso a los aproximadamente ocho mil metros cuadrados de espacio que el Ministerio de Cultura ha cedido temporalmente a C.S.A La Tabacalera de Lavapiés, un centro social autogestionado donde se prevé convivan durante el próximo año diferentes tipos de prácticas artísticas y sociales. La iniciativa partió de un grupo de personas y colectivos sociales y artísticos que desde el año 2005 buscaban un lugar físico para el barrio que supliera muchas de sus carencias. En marzo de 2009 este grupo, al que han ido sumándose cientos de personas, empezaron con las labores de limpieza y adecuación de las instalaciones. El edificio llevaba once años vacío y en él tiene previsto Cultura ubicar el futuro Centro Nacional de las Artes Visuales.
A la Tabacalera podría llegarse siguiendo el tramado del llamado Paseo del Arte con el Museo Nacional del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Centro de Arte Reina Sofía, al que se podría sumar La Casa Encendida; o bien atravesando el barrio de Lavapiés de donde Tabacalera extrae sus referentes más inmediatos. Su propuesta, sin embargo, tiene un discurso radicalmente diferente y se define como un modelo de producción y distribución de la creatividad en el que la generatividad artística comparezca contextualizada y tramada de modo colaborativo. El cuerpo social de esta experiencia son los vecinos de Lavapiés y Madrid convertidos en cocreadores de los significados y prácticas que aquí se den, pero abierta a todo aquel que quiera participar. Para Mariví Sonte, personaje ficticio detrás del cual se hayan las personas que rotatoriamente contestan a los medios, “es un espacio donde la cultura no llega de arriba abajo, sino horizontalmente”. No se trata de que la gente sea mero espectador o cliente, que se acerquen a pasear por el jardín o el huerto, que también lo hay, o a leer un libro o hacer una parada en la cafetería, sino de que se genere un intercambio de experiencias y saberes, que para nada tienen que ser los de un experto, pues lo que cuenta es que cualquiera pueda proponer, gestionar y coordinar un proyecto.

Baile popular en La Tabacalera. © F. Otero
Artes escénicas
El Molino Rojo, que debe su nombre a un conocido teatro de variedades que existía en Lavapiés, es el espacio escénico de Tabacalera. Son dos salas de exhibición y trabajo con talleres y laboratorios. En una de ellas se ha construido un tablao para practicar flamenco y claqué. La otra, donde se ha reparado una grúa, se está utilizando para enseñar acrobacia y los domingos se juega a la pelota vasca. La danza y el teatro tienen un lugar aquí, en el Molino Rojo, pero también en cualquier otra parte del centro donde tenga sentido la propuesta. Ningún tipo de práctica escénica se explica sola en Tabacalera sino es en diálogo con otras realidades culturales y artes que forman un largo etcétera en el conjunto de sus propuestas. Los talleres de acción vecinal coexisten junto a grupos de arquitectura sostenible, un observatorio gastronómico, una Cigarra Eléctrica para la experimentación sonora o la recién creada Orquesta Nacional de Lavapiés.
Presencia de la comunidad, creatividad, intercambio, generación de campos de experiencias en lo artístico y en lo social, lo que fue un antiguo espacio de producción de tabaco es ahora un espacio de producción de creatividad cuya perdurabilidad más allá del tiempo que Cultura ha establecido para la utilización del recinto dependerá de que hayan iniciativas e ideas. También las huellas de los que antes pasaron por aquí han contado desde el principio del proyecto. Y el baile popular visitado por las cigarreras, la Flor de Lavapiés, ha sido recuperado como acción colectiva y divertida, que se celebra cada 15 días y al que todos son bienvenidos. Cierto es que su lenguaje y contexto han cambiado.
Creación «site-specific»
El pasado mes de junio La Tabacalera de Lavapiés abrió sus puertas. Las personas y colectivos detrás del proyecto tardaron casi cuatro meses en hacer de la antigua fábrica de Tabacos de Madrid un lugar transitable listo para ser ocupado e intervenido por creadores, público, vecinos y todos aquellos que quisieron acercarse a esa fiesta de apertura. Su propuesta, un espacio para encontrarse donde la producción artística sea una práctica social accesible y compartida por todos, está en marcha.
Por: Teresa Villarroya
Dentro del barrio de Lavapiés, en la calle primavera, las cigarreras de la antigua Fábrica de Tabacos de Madrid tenían su propia verbena que se conocía como La Flor de Lavapiés. Mujeres modernas para su tiempo –eran obreras especializadas y sindicadas, algunas de ellas madres solteras–, las trabajadoras del tabaco acudían los domingos a este baile popular que se localizaba no muy lejos de su fábrica. Casi cien años después, la entrada de mujeres de la antigua Tabacalera es el acceso a los aproximadamente ocho mil metros cuadrados de espacio que el Ministerio de Cultura ha cedido temporalmente a C.S.A La Tabacalera de Lavapiés, un centro social autogestionado donde se prevé convivan durante el próximo año diferentes tipos de prácticas artísticas y sociales. La iniciativa partió de un grupo de personas y colectivos sociales y artísticos que desde el año 2005 buscaban un lugar físico para el barrio que supliera muchas de sus carencias. En marzo de 2009 este grupo, al que han ido sumándose cientos de personas, empezaron con las labores de limpieza y adecuación de las instalaciones. El edificio llevaba once años vacío y en él tiene previsto Cultura ubicar el futuro Centro Nacional de las Artes Visuales.
A la Tabacalera podría llegarse siguiendo el tramado del llamado Paseo del Arte con el Museo Nacional del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Centro de Arte Reina Sofía, al que se podría sumar La Casa Encendida; o bien atravesando el barrio de Lavapiés de donde Tabacalera extrae sus referentes más inmediatos. Su propuesta, sin embargo, tiene un discurso radicalmente diferente y se define como un modelo de producción y distribución de la creatividad en el que la generatividad artística comparezca contextualizada y tramada de modo colaborativo. El cuerpo social de esta experiencia son los vecinos de Lavapiés y Madrid convertidos en cocreadores de los significados y prácticas que aquí se den, pero abierta a todo aquel que quiera participar. Para Mariví Sonte, personaje ficticio detrás del cual se hayan las personas que rotatoriamente contestan a los medios, “es un espacio donde la cultura no llega de arriba abajo, sino horizontalmente”. No se trata de que la gente sea mero espectador o cliente, que se acerquen a pasear por el jardín o el huerto, que también lo hay, o a leer un libro o hacer una parada en la cafetería, sino de que se genere un intercambio de experiencias y saberes, que para nada tienen que ser los de un experto, pues lo que cuenta es que cualquiera pueda proponer, gestionar y coordinar un proyecto.

Baile popular en La Tabacalera. © F. Otero
Artes escénicas
El Molino Rojo, que debe su nombre a un conocido teatro de variedades que existía en Lavapiés, es el espacio escénico de Tabacalera. Son dos salas de exhibición y trabajo con talleres y laboratorios. En una de ellas se ha construido un tablao para practicar flamenco y claqué. La otra, donde se ha reparado una grúa, se está utilizando para enseñar acrobacia y los domingos se juega a la pelota vasca. La danza y el teatro tienen un lugar aquí, en el Molino Rojo, pero también en cualquier otra parte del centro donde tenga sentido la propuesta. Ningún tipo de práctica escénica se explica sola en Tabacalera sino es en diálogo con otras realidades culturales y artes que forman un largo etcétera en el conjunto de sus propuestas. Los talleres de acción vecinal coexisten junto a grupos de arquitectura sostenible, un observatorio gastronómico, una Cigarra Eléctrica para la experimentación sonora o la recién creada Orquesta Nacional de Lavapiés.
Presencia de la comunidad, creatividad, intercambio, generación de campos de experiencias en lo artístico y en lo social, lo que fue un antiguo espacio de producción de tabaco es ahora un espacio de producción de creatividad cuya perdurabilidad más allá del tiempo que Cultura ha establecido para la utilización del recinto dependerá de que hayan iniciativas e ideas. También las huellas de los que antes pasaron por aquí han contado desde el principio del proyecto. Y el baile popular visitado por las cigarreras, la Flor de Lavapiés, ha sido recuperado como acción colectiva y divertida, que se celebra cada 15 días y al que todos son bienvenidos. Cierto es que su lenguaje y contexto han cambiado.