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Frédéric Flamand y el Ballet Nacional de Marsella

Publicado en Susy-Q. Revista de Danza. Núm. 7
Frédéric Flamand y el Ballet Nacional de Marsella

Bienvenido a Metápolis

El belga Frédéric Flamand construye ciudades de danza. Su preocupación por convertir los espacios urbanos en coreografías ha ocupado su carrera y le ha llevado a crear una tetralogía, cuyas dos últimas partes, La citè radieuse y Metápolis II, se verán en Sevilla

Por Omar Khan

La ya extensa obra del coreógrafo belga Frédéric Flamand es una larga, poética y alucinante reflexión acerca de la ciudad y el ser ciudadano. Urbanitas y su espacio constituyen su universo. Danza, arquitectura, nuevas tecnologías y comunicaciones, sus preocupaciones de artista. Para Flamand las ciudades, metápolis como le ha dado por llamarlas, son entidades vivas, en permanente transformación, entes que interactúan y evolucionan con sus habitantes. Espacios inteligentes que, de alguna manera, piensan junto con el hombre. Estas reflexiones quedan perfectamente recogidas en una importante tetralogía iniciada exitosamente con Metápolis (2000), continuada en Silent Collisions (2003) y La citè radieuse (2004), y rematada ahora con Metápolis II (2006), suerte de secuela en la que la obra inicial también sufre transformaciones y evoluciones, a seis años de su estreno. Y si bien es cierto que esta tetralogía es de lo más significativa en su trayectoria, no hay que desvincularla del resto de su producción que, desde sus inicios en los años setenta, se ha interesado obsesivamente por el tema de los espacios urbanos. La primera Metápolis fue vista en su momento en Madrid. Barcelona fue escenario más tarde para Sillent Collisions y ahora, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, a inicios de marzo, se tendrá la oportunidad única de ver La cité radieuse y su novísima Metápolis II.


“La arquitectura no es solamente construir edificios. Esta noción cambia cuando se piensa en la arquitectura como una estética, como una disciplina que se relaciona con el espacio, con la vida y, en consecuencia con la danza. Me gusta la idea de crear un espacio habitado por bailarines y confrontarlo con la idea de un espacio arquitectónico habitado por ciudadanos. En este sentido, Metapolis quiere ser un mapa psicológico de cómo los espacios influencian a los cuerpos”, aseguraba Flamand durante el estreno de Metápolis II con su nuevo equipo, el Ballet Nacional de Marsella, en la Bienal de Lyon que el año pasado estuvo dedicada justamente al tema de las ciudades.

La nueva Metápolis

Para la edificación de sus metafóricas metápolis Flamand ha convocado el talento de auténticos y brillantes arquitectos, que han ideado las escenografías que dan forma a estas ciudades fantásticas y les han permitido liberarse de la funcionalidad obligatoria de su trabajo, construyendo alucinantes ciudades de danza junto al inquieto coreógrafo. Zaha Hadid, la brillante arquitecta británico-iraquí ganadora en 2004 del codiciado premio Pritzker, se unió en 2000 a la creación de Metápolis junto a Flamand, entonces director de su agrupación Chaleroi / Plan K, de Bélgica, creando una estructura desmontable que era una eficaz y minimalista metáfora de una ciudad futurista. Movida por los bailarines, la estructura se desplegaba o recogía en el espacio delimitando y codirigiendo el tráfico y movimiento de esta metafórica urbe. El apoyo de los vídeos, fantásticamente proyectados por el método de green screen (tan usado en la creación de efectos especiales de cine) o en el modo de real-time, rompían los límites del escenario y procuraban un viaje alucinante a una ciudad sugerida e imposible.
Mucho ha pasado en sus vidas, en las nuestras y en la del mundo desde hace seis años, y la coincidencia de los dos artistas en Marsella (Hadid trabajando en la creación de una torre de oficinas y Flamand como recién nombrado director del Ballet Nacional de Marsella) no les pareció casual y decidieron retomar aquel trabajo para una segunda parte, a la manera de secuela de Hollywood. Hay más bailarines-habitantes, ahora dueños de la técnica clásica, y el énfasis está más colocado en la noción de ciudades en transformación. Tal vez sea también un poco más pesimista. La constante proyección del derrumbamiento de grandes edificios ofrece una visión un poco apocalíptica de la modernidad. Inevitable pensar que cuando se hizo la primera Metapolis aún había un par de torres gemelas que simbolizaban la ciudad de Nueva York y que ahora mismo ya no forman parte del skyline neoyorquino, lo que nos sugiere que la transformación de los espacios urbanos no responde necesariamente a una feliz idea de progreso.

Otras matápolis


Entre medias, Flamand ideó Sillent Collisions y La citè radieuse, segunda y tercera parte de su tetralogía urbana. Sillent Collisions fue estrenada en el marco de la Bienal de Danza de Venecia en 2003, con escenografía del arquitecto californiano Thom Mayne, que formaba parte del grupo de Frank O Gehry, precursor de la nueva arquitectura estadounidense. Inspirada en Ciudades Invisibles, profético libro de Italo Calvino, la coreografía constituye una propuesta alrededor de la manera en que el entorno y los seres humanos crean una red de tensiones y dinámicas, donde los espacios pueden ser públicos o privados, opresores o confortables, agresivos o agradables. Ideas todas que encuentran continuidad en La cité radieuse, cuya escenografía fue ideada por el arquitecto francés Dominique Perrault. La pieza, ideada a partir de teorías de Le Corbusier, es una reflexión sobre el concepto de ciudad hoy y su brutal transformación ante la globalización y la proliferación de lo que el antropólogo Mar Augé ha llamado los no-espacios: aeropuertos, centros comerciales y demás lugares de transición, símbolos urbanísticos de una era dominada por la velocidad, la ruptura de barreras espaciales, las telecomunicaciones, internet y curiosamente, la incomunicación. El nuevo entorno es entonces la ciudad globalizada, una que es igual a todas las demás del planeta.
Similares reflexiones se desprenden de trabajos anteriores de Frédéric Flamand, que desde hace más de tres décadas ha venido sistemáticamente creando una obra vinculada a este tema que le obsesiona (Quarantaine, 1980; If Pyramids Were Square, para la Ducumenta de Kassel en 1987, y la trilogía conformada por The Fall of Icarus, Titanic y Ex Machina, entre ellas). No importa dónde esté y resulta curioso que sin importar la naturaleza de la agrupación que dirija sigue su búsqueda incesante en la misma dirección. Su llegada en 2004 al Ballet Nacional de Marsella, una agrupación de formación clásica, no ha sido impedimento. “Es un reto para mi”, admite. “La técnica clásica le supone una nueva calidad de movimiento a mi trabajo pero me gusta la idea de poder retomar la forma académica y adaptarla a nuestras necesidades creativas de hoy”. Aunque Metápolis II es la primera pieza que monta en exclusiva para los chicos de Marsella, ya ha incluido dentro del repertorio las otras de la tetralogía, además de Moving Target, en la que colaboró con los arquitectos de Nueva York Diller y Scofidio.

Ballet Nacional de Marsella. Metápolis II (Día 2 de marzo) y La cité radieuse (4 de marzo). Teatro de La Maestranza, Sevilla.


 

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