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Entrevista
Entrevista a Gerardo Viana
Publicado en la revista `Danza en Escena´
Memoria viva de la danza. Leyenda y olvido injustificado
Gerardo Viana, Vladimiro, destacado coreógrafo vasco en la Unión Soviética
Por Iratxe de Arantzibia

Sus ochenta años de vida son un cúmulo de ricas vivencias de todo signo, con un denominador común: su obligado exilio durante la Guerra Civil. Nacido en la localidad vizcaína de Nocedal, en la anteiglesia de Ortuella en 1926, Gerardo Viana ha sido profesor de niños huérfanos, maestro de ballet y coreógrafo. Su historia dio un vuelco cuando con casi once años formó parte de la tercera expedición de niños enviados al extranjero. “Salí de Carranza (Vizcaya) el 12 de Junio de 1937. Fui en la tercera expedición de vascos. La primera fue a Francia, la segunda a Inglaterra y la tercera, la nuestra, fue a la Unión Soviética. Fue la última, porque siete días después, entraron los nacionales en Bilbao. Bombardearon tanto el puerto de Santurce... Nos escondimos en un tonel cerca de Santurce; a la mañana temprano, llegamos al barco. Salieron dos expediciones: una iba para Francia y otra para la URSS. Nosotros fuimos hasta Francia y de allí nos llevaron hasta Leningrado (San Petersburgo). Todos éramos del Norte. En Leningrado, nos dividieron ya. Había una ley por la cual podían acoger a los niños para siempre, adoptados. Nosotros como ya éramos mayorcitos, pues nada. A mí, me llevaron a la casa número 12 de Moscú. Hasta 1941 que comenzó la guerra, allí me eduqué y estudié ballet. Ya tenía la educación básica de aquí. A todos nos pusieron en grupos de estudio según el nivel. Al principio, todos los libros rusos los tradujeron al español. Poco a poco, como veíamos que no podíamos regresar, fuimos aprendiendo ruso. Me gustaba el piano, cantar, así que los educadores me llevaron a la escuela de Bolshoi”.
De la docencia a la danza
El joven Gerardo había abandonado el País Vasco, con el sustrato de las danzas populares de su tierra en la cabeza. Pero antes de poder dedicarse a la danza, pese a sus pinitos como artista en el frente, el maestro vasco tuvo que dedicarse a la docencia, lo que supuso su nombramiento como Maestro Emérito.“Yo ya bailaba aquí: la jota, el fandango…las danzas vascas las conocía todas. Nos llevaron a Ufa en Bashkiria. Allí, iba al teatro de ópera a tomar lecciones, aunque me metieron a estudiar para ser técnico de aviación. Me escapé y fui a Moscú, donde comencé a trabajar como artista para el frente. Me hirieron. Después, 1943-1960, trabajé como profesor de la temática de ruso, de Literatura, con los niños huérfanos rusos, ucranianos, judíos y bielorrusos. Recibí la condecoración como Maestro Emérito, pero me dedicaba también a la cosa del baile, como coreógrafo y bailarín (1944). Bailé en Teatro de Música y Comedia –Opereta- de Tula. Allí, montamos una brigada para ir al frente y fue cuando me hirieron. Entonces, como artista profesional ya no podía bailar. Después, vine a España (estuvo año y medio en Bilbao) y trabajé con los padres de Igor Yebra (1957-1958). Yo quería quedarme. Vine para siempre. Pero regresé a por mi familia y los rusos no me permitieron volver por lo que pasó en Burgos, que mataron a aquel grupo vasco”.
De vuelta a la URSS, ‘Vladimiro’ Viana, como era conocido, prosiguió con sus estudios, finalizando dos carreras universitarias. Es tiempo de grandes logros y muchísimo trabajo como coreógrafo y profesor de danza y ballet. El infatigable maestro recorre media federación soviética, desarrollando ambas facetas. “Cuando volví de España (1958), terminé dos carreras universitarias: una la de coros y otra la de coreógrafo de ballet. Pertenecí a la primera promoción y fui el único que monté un ballet en el Teatro Kirov (1967): Miniaturas españolas. Estando en Grozno, me pidieron abrir la sección de ballet en una escuela de oficios, porque ellos no tenían. Como acababa de terminar la carrera de maestro de canto y coros, abrí esa sección que buscaba formar coreógrafos de baile clásico. Después, el centro español de Moscú me pasó a Riga (Letonia). Allí trabajé durante 8 años en la escuela profesional de coreografía de Riga, que es una de las mejores de Europa. Al mismo tiempo, trabajaba en el Teatro de Ópera y Ballet como coreógrafo, donde monté el ballet El oro de los incas (1971) con otros coreógrafos”.
Gernika, su ballet más entrañable
Finalizando los 70, un accidente de tráfico postra en una silla de ruedas al coreógrafo vizcaíno. Su compañía actuaba en Turkmenia y el coche en el que viajaba se volcó. Tras un año inmovilizado, Viana se tiene que resignar a montar su última coreografía desde su silla de ruedas. Es la época de Gernika, y para ello cuenta con la inestimable ayuda de su hijo Sergio, en la actualidad profesor de danzas de carácter en el Conservatorio de Vitoria-Gasteiz. El Teatro Nacional de la Ópera de Riga (Letonia) acogió el estreno del ballet el 22 de Agosto de 1990. La obra estaba dividida en tres partes: Ave María, Dolor y Vivir, e incluía personajes mitológicos vascos como el patriarca Aitor, la reina de los genios Andra Mari, su hijo Mikelas, su esposa la bruja Sorgin, entre otros. Gerardo Viana confió en un apoyo institucional vasco, que nunca llegó. Por eso, sus palabras se tiñen de reproche. Pese a todo, el ballet se estreno en Letonia. “En ese tiempo, yo pensaba hacer una película de televisión, porque había muchas cosas en común entre Riga y el País Vasco. Pensé en hacer cuadros documentales, con el bombardeo de Gernika, después, bailes con la gente y, todo lo demás lo hice con el baile clásico. En 1989, hicimos el ballet Gernika para televisión, se representó en una iglesia, y se emitió en la televisión de Riga. Después en el 90 se estrenó en un teatro, Sergio era el ensayador (repetidor). Yo sé que del espectáculo nuestro sacaban el cuadro de las sorginak (brujas)”.
“Todo lo que hago, lo hago creativamente y de corazón, porque todos los artistas son diferentes y es interesante. Pero en lo que yo he dado más corazón es cuando hice “Gernika”, porque lo hice estando inválido. Se pueden figurar lo que sufrí cuando, en una habitación de la casa de campo, venían los artistas y yo montaba. Sergio era el ayudante, el que me hacía todo. Se pueden figurar mi corazón, que antes yo mismo lo hacía, cada paso… Tenía que decirle a Sergio un battement así o tal así. Y yo veía que no lo podían hacer y sufría por eso, porque la danza española para el extranjero es muy difícil, y, sobre todo, la danza vasca”, comenta con una mezcla de nostalgia y añoranza, Gerardo Viana.
La Medalla de Bellas Artes de España
Difundir la cultura española en la Unión Soviética le valió la Medalla de las Bellas Artes de España (1994). No ha sido la única distinción del coreógrafo vasco. Debido a su labor como profesor, fue nombrado Maestro Emérito de Rusia. “Allí había costumbre de darnos papeles, diplomas. Tengo la medalla de Mongolia, tengo otras medallas del ejército. Por los 17 años que trabajé en Grozno como profesor, fui condecorado como Maestro Emérito de Rusia. Me condecoraron con la Medalla de las Bellas Artes, no es por lo que hice aquí sino por la propaganda de la danza española”. Desde su magisterio, el vizcaíno cree saber cuáles son las claves de la escuela rusa de danza. “Creo que lo principal es que al pueblo le gusta la danza clásica. En cada república de Rusia, hay escuelas de danza profesionales. Cuando terminan de estudiar, no piensan que no van a tener trabajo. Si no es solista, puede formar parte del cuerpo de baile y sino se va a otra ciudad, porque las mejores escuelas de Rusia son las San Petersburgo, Moscú y Pierm. También la de Riga es muy buena, puede ser que ahora es una de las mejores. La principal escuela clásica es la de San Petersburgo, que es diferente que la de Moscú. Es una escuela que ha conservado el clásico antiguo y lo moderno nuevo. De ahí, han salido Nureyev, Balanchine, Makarova, Nureyev, Godunov, que se escaparon. Ellos han extendido la escuela rusa. Las escuelas del extranjero, la mayoría proceden de Balanchine, pero Balanchine es la escuela de San Petersburgo. Por eso, Baryshnikov se fue allá donde él. Es una escuela perfecta, porque yo no estoy conforme con que, en el extranjero, se da más cuenta al baile contemporáneo que al ballet clásico. Si el baile contemporáneo no pasa por el ballet clásico, es una porquería, si el fundamento es el baile clásico. Los países tendrían que dar más por el baile clásico. Por ejemplo, Londres y Paris dan más al baile clásico. En Rusia, ahora empiezan otra vez, el Teatro Kirov, el Teatro Bolshoi, porque el fundamento de la danza clásica lo tienen, por eso, cada bailarín que baila es una estrella”.
De su vuelta a España, destaca su desilusión por el generalizado abandono de las danzas tradicionales. “Cuando llegué a España, me gustó mucho un programa de televisión que emitía las jotas de España, porque la jota aragonesa es la principal, y de ella salen todas las demás jotas. Después de eso, yo no he visto ni un solo programa. Solo flamenco y flamenco, pero si no es danza española, es danza gitana. No es del pueblo, como la jota aragonesa. ¿Saben cómo acogen la jota en Rusia? De maravilla, porque es una danza que hace falta bailarla. El flamenco, zapateado aquí, zapateado allá, con el vestido para aquí, con el vestido para allá, pero si la mitad de los pasos de la danza clásica son vascos: Rond de jambe, zortziko, grand battemant, piqué, tijeras, todo son danzas vascas. Una vez, a Sergio –su hijo- le di en escrito cómo se bailaban las sevillanas antiguas y bailó delante de Antonio Gades, y él me llamó de España, diciéndome qué bien baila tu hijo sevillanas. De la danza española, conozco a Pilar (López), María Rosa, Antonio El Bailarín, Antonio Gades…”, concluye Gerardo Viana, un ilustre olvidado por la danza en la madre patria, pero venerado con devoción y admiración por todos los artistas rusos.
En la actualidad, vive en Vitoria, la capital de ese País Vasco que siempre añoró y representó en todos sus ballets.
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MINIATURAS ESPAÑOLAS, UN ÉXITO SIN PRECEDENTES EN TODA LA URSS
Gerardo Viana entró en la historia de la danza por esta obra
El Teatro de la Ópera y Ballet Kirov de San Petersburgo acogió en 1967 el estreno del montaje Miniaturas españolas, cuya coreografía nació en la cabeza de Gerardo Viana, ‘Vladimiro’ (Ortuella, 1926). Compuesto por siete cuadros que representan danzas tradicionales de su País Vasco natal y de otras regiones españolas como Andalucía, Aragón y Mallorca, la obra tuvo un éxito sin precedentes. “La idea me surgió, porque Antonio ‘el Bailarín’ vino a Finlandia, con su grupo español. Entonces, estaba allí el grupo de Kirov. Al verle, me preguntaron si podía montar algo como el ballet de Antonio. Yo ya conocía a Antonio del año 58 que estuve en España, porque bailó donde Pilar –[López]-, y yo había estado un mes estudiando danza española en Madrid, así que me llevé mucho material de aquí. Yo me asusté. Un niño de Carranza (Vizcaya) en el Teatro Kirov, el lugar en el que todos los coreógrafos del mundo sueñan con montar. Todos los bailarines clásicos querían bailar baile español. El cuadro de fandangos lo hice en punta. Por eso, la obra mezcla danzas de carácter y clásico”, recuerda Viana, desvelando cuál fue el origen de su obra más laureada.”En aquel tiempo- prosigue el maestro Gerardo Viana-, España se identificaba con flamenco, porque veían de gira a algunos artistas flamencos españoles. Puse también el flamenco, pero, en realidad, quería enseñarles qué era el País Vasco, qué era Aragón, qué eran las Islas Baleares, qué era Andalucía, porque Andalucía, además de flamenco, tiene baile andaluz, que es el baile español. Todo eso lo metí en 7 cuadros. Cada cuadro tiene su contenido y sus artistas. El acto del País Vasco incluía la Ezpatadantza y San Miguel de Arretxinaga (Markina). Mis ballets suelen incluir un cuadro vasco. Una vez, en una actuación en el Kremlin de Moscú, el director propuso suprimirlo. Yo me negué, y, en la representación, con 6000 personas, fue el más aplaudido”.
¡Bravo Gerardo!, en la noche del estreno
La noche del estreno, el coreógrafo vizcaíno pasó muchos nervios y temió lo peor, a la vista de la reacción del público de San Petersburgo ante el anterior ballet representado.“Yo estaba en el escenario del Teatro Kirov y tenía una bola en la garganta. Estrené un traje tan bonito y todo mojado de sudor. Aquello era tremendo, porque montaron un acto de ballet con otra obra que los de Leningrado (San Petersburgo) ya conocían, de un coreógrafo muy famoso, Jokavson. Como lo habían representado tantas veces, la gente ni aplaudía. Yo me quedé asustado. Pensé que si no le aplaudían a Jokavson, qué iba a pasar con mi obra. Cuando empezaron las ‘Miniaturas’, todos gritaban: ¡Bravo Gerardo! No sé cuántas veces salieron los artistas al escenario. Al final, trajeron tantas cestas de flores de rosas blancas al escenario que no es posible imaginarse qué era aquello. Estuvo mi mujer en el teatro, la pobre, sufriendo todo. Los periódicos de Leningrado (San Petersburgo), el Pravda, y no sé qué más…no sólo eso, sino que al escenario vinieron del centro español de Moscú, para darme las gracias. También, vinieron las Brigadas Internacionales que lucharon en España contra Franco. Y después de eso, empezaron todos los teatros de la URSS”.
La gira por los teatros de la URSS
Desde su estreno en 1967, Miniaturas españolas obtuvo el apoyo del público. Por ello, el creador vasco recibió invitaciones de muchos teatros de la extinta URSS. En 1972, el Teatro Estatal de la Ópera y Ballet de Pierm, en los Urales, fue el segundo lugar en mostrar esta obra coreográfica. Luego vinieron Svierdlovsk (Ekaterimburgo, 1973), Novosibirsk (Siberia, 1974), Gorki (Nizniy Novgorod, 1974), Cheliabinsk (1975), Bashkiria (Ufá, 1975), en Jarkov (Ucrania, 1976) Uzbekistán (1976), donde también cosechó noches de gloria. “Había 15 repúblicas en la Unión Soviética. Algunas que tienen más de un teatro, porque Leningrado (San Petersburgo) tiene Teatro de Ópera y otro pequeño; Moscú, también tiene dos teatros. Miniaturas la coreografié en 1967 y la monté en otros sitios, a partir de 1968. Fueron once años de ‘Miniaturas’. El segundo lugar donde se representó ‘Miniaturas’ fue el teatro de Pierm. Creo que ‘Miniaturas’ ha estado en el repertorio durante 30 años, porque han cambiado el vestuario varias veces; además, la escuela de ahí es una de las mejores. Después, me invitó Svierdlovsk, en 1973. Luego lo monté en Novosibirsk, Gorki, Cheliabinsk, Bashkiria, en Jarkov, Uzbekistán, Mongolia…. El Teatro Kirov de San Petersburgo es un teatro con unos solistas, que cada uno de ellos es una estrella, entonces, tienes que pensar mucho cómo montarlo. Después, vas a Pierm y son grupos diferentes, aunque proceden de San Petersburgo. Allí tuve que cambiar algunos cuadros, porque venía que los artistas no podían hacer algunas cosas. Además, las orquestas no hacían lo que yo quería como la Orquesta Sinfónica de Moscú. En aquellas orquestas, los directores me pedían que yo tocase las castañuelas.”
En 1994, Gerardo Viana Foncea, ‘Vladimiro’, recibió la Medalla de las Bellas Artes, en la categoría de plata, por ayudar a difundir la cultura española en la antigua URSS. Este nombramiento lleva aparejado el título de Ilustrísimo Señor. Lejos de tanta parafernalia, él habla de manera entrañable de su vida, una azarosa colección de aventuras y desventuras, marcadas por su obligado exilio durante la Guerra Civil. En 1986, se publicó en la Unión Soviética la primera enciclopedia de ballet clásico. El maestro Viana aparecía citado en unas cuarenta ocasiones. Sin duda, escrita en letras de oro, su paternidad de Miniaturas españolas le ha reportado las mayores alegrías de su carrera como coreógrafo.
Por Iratxe de Arantzibia

Sus ochenta años de vida son un cúmulo de ricas vivencias de todo signo, con un denominador común: su obligado exilio durante la Guerra Civil. Nacido en la localidad vizcaína de Nocedal, en la anteiglesia de Ortuella en 1926, Gerardo Viana ha sido profesor de niños huérfanos, maestro de ballet y coreógrafo. Su historia dio un vuelco cuando con casi once años formó parte de la tercera expedición de niños enviados al extranjero. “Salí de Carranza (Vizcaya) el 12 de Junio de 1937. Fui en la tercera expedición de vascos. La primera fue a Francia, la segunda a Inglaterra y la tercera, la nuestra, fue a la Unión Soviética. Fue la última, porque siete días después, entraron los nacionales en Bilbao. Bombardearon tanto el puerto de Santurce... Nos escondimos en un tonel cerca de Santurce; a la mañana temprano, llegamos al barco. Salieron dos expediciones: una iba para Francia y otra para la URSS. Nosotros fuimos hasta Francia y de allí nos llevaron hasta Leningrado (San Petersburgo). Todos éramos del Norte. En Leningrado, nos dividieron ya. Había una ley por la cual podían acoger a los niños para siempre, adoptados. Nosotros como ya éramos mayorcitos, pues nada. A mí, me llevaron a la casa número 12 de Moscú. Hasta 1941 que comenzó la guerra, allí me eduqué y estudié ballet. Ya tenía la educación básica de aquí. A todos nos pusieron en grupos de estudio según el nivel. Al principio, todos los libros rusos los tradujeron al español. Poco a poco, como veíamos que no podíamos regresar, fuimos aprendiendo ruso. Me gustaba el piano, cantar, así que los educadores me llevaron a la escuela de Bolshoi”.
De la docencia a la danza
El joven Gerardo había abandonado el País Vasco, con el sustrato de las danzas populares de su tierra en la cabeza. Pero antes de poder dedicarse a la danza, pese a sus pinitos como artista en el frente, el maestro vasco tuvo que dedicarse a la docencia, lo que supuso su nombramiento como Maestro Emérito.“Yo ya bailaba aquí: la jota, el fandango…las danzas vascas las conocía todas. Nos llevaron a Ufa en Bashkiria. Allí, iba al teatro de ópera a tomar lecciones, aunque me metieron a estudiar para ser técnico de aviación. Me escapé y fui a Moscú, donde comencé a trabajar como artista para el frente. Me hirieron. Después, 1943-1960, trabajé como profesor de la temática de ruso, de Literatura, con los niños huérfanos rusos, ucranianos, judíos y bielorrusos. Recibí la condecoración como Maestro Emérito, pero me dedicaba también a la cosa del baile, como coreógrafo y bailarín (1944). Bailé en Teatro de Música y Comedia –Opereta- de Tula. Allí, montamos una brigada para ir al frente y fue cuando me hirieron. Entonces, como artista profesional ya no podía bailar. Después, vine a España (estuvo año y medio en Bilbao) y trabajé con los padres de Igor Yebra (1957-1958). Yo quería quedarme. Vine para siempre. Pero regresé a por mi familia y los rusos no me permitieron volver por lo que pasó en Burgos, que mataron a aquel grupo vasco”.
De vuelta a la URSS, ‘Vladimiro’ Viana, como era conocido, prosiguió con sus estudios, finalizando dos carreras universitarias. Es tiempo de grandes logros y muchísimo trabajo como coreógrafo y profesor de danza y ballet. El infatigable maestro recorre media federación soviética, desarrollando ambas facetas. “Cuando volví de España (1958), terminé dos carreras universitarias: una la de coros y otra la de coreógrafo de ballet. Pertenecí a la primera promoción y fui el único que monté un ballet en el Teatro Kirov (1967): Miniaturas españolas. Estando en Grozno, me pidieron abrir la sección de ballet en una escuela de oficios, porque ellos no tenían. Como acababa de terminar la carrera de maestro de canto y coros, abrí esa sección que buscaba formar coreógrafos de baile clásico. Después, el centro español de Moscú me pasó a Riga (Letonia). Allí trabajé durante 8 años en la escuela profesional de coreografía de Riga, que es una de las mejores de Europa. Al mismo tiempo, trabajaba en el Teatro de Ópera y Ballet como coreógrafo, donde monté el ballet El oro de los incas (1971) con otros coreógrafos”.
Gernika, su ballet más entrañable
Finalizando los 70, un accidente de tráfico postra en una silla de ruedas al coreógrafo vizcaíno. Su compañía actuaba en Turkmenia y el coche en el que viajaba se volcó. Tras un año inmovilizado, Viana se tiene que resignar a montar su última coreografía desde su silla de ruedas. Es la época de Gernika, y para ello cuenta con la inestimable ayuda de su hijo Sergio, en la actualidad profesor de danzas de carácter en el Conservatorio de Vitoria-Gasteiz. El Teatro Nacional de la Ópera de Riga (Letonia) acogió el estreno del ballet el 22 de Agosto de 1990. La obra estaba dividida en tres partes: Ave María, Dolor y Vivir, e incluía personajes mitológicos vascos como el patriarca Aitor, la reina de los genios Andra Mari, su hijo Mikelas, su esposa la bruja Sorgin, entre otros. Gerardo Viana confió en un apoyo institucional vasco, que nunca llegó. Por eso, sus palabras se tiñen de reproche. Pese a todo, el ballet se estreno en Letonia. “En ese tiempo, yo pensaba hacer una película de televisión, porque había muchas cosas en común entre Riga y el País Vasco. Pensé en hacer cuadros documentales, con el bombardeo de Gernika, después, bailes con la gente y, todo lo demás lo hice con el baile clásico. En 1989, hicimos el ballet Gernika para televisión, se representó en una iglesia, y se emitió en la televisión de Riga. Después en el 90 se estrenó en un teatro, Sergio era el ensayador (repetidor). Yo sé que del espectáculo nuestro sacaban el cuadro de las sorginak (brujas)”.
“Todo lo que hago, lo hago creativamente y de corazón, porque todos los artistas son diferentes y es interesante. Pero en lo que yo he dado más corazón es cuando hice “Gernika”, porque lo hice estando inválido. Se pueden figurar lo que sufrí cuando, en una habitación de la casa de campo, venían los artistas y yo montaba. Sergio era el ayudante, el que me hacía todo. Se pueden figurar mi corazón, que antes yo mismo lo hacía, cada paso… Tenía que decirle a Sergio un battement así o tal así. Y yo veía que no lo podían hacer y sufría por eso, porque la danza española para el extranjero es muy difícil, y, sobre todo, la danza vasca”, comenta con una mezcla de nostalgia y añoranza, Gerardo Viana.
La Medalla de Bellas Artes de España
Difundir la cultura española en la Unión Soviética le valió la Medalla de las Bellas Artes de España (1994). No ha sido la única distinción del coreógrafo vasco. Debido a su labor como profesor, fue nombrado Maestro Emérito de Rusia. “Allí había costumbre de darnos papeles, diplomas. Tengo la medalla de Mongolia, tengo otras medallas del ejército. Por los 17 años que trabajé en Grozno como profesor, fui condecorado como Maestro Emérito de Rusia. Me condecoraron con la Medalla de las Bellas Artes, no es por lo que hice aquí sino por la propaganda de la danza española”. Desde su magisterio, el vizcaíno cree saber cuáles son las claves de la escuela rusa de danza. “Creo que lo principal es que al pueblo le gusta la danza clásica. En cada república de Rusia, hay escuelas de danza profesionales. Cuando terminan de estudiar, no piensan que no van a tener trabajo. Si no es solista, puede formar parte del cuerpo de baile y sino se va a otra ciudad, porque las mejores escuelas de Rusia son las San Petersburgo, Moscú y Pierm. También la de Riga es muy buena, puede ser que ahora es una de las mejores. La principal escuela clásica es la de San Petersburgo, que es diferente que la de Moscú. Es una escuela que ha conservado el clásico antiguo y lo moderno nuevo. De ahí, han salido Nureyev, Balanchine, Makarova, Nureyev, Godunov, que se escaparon. Ellos han extendido la escuela rusa. Las escuelas del extranjero, la mayoría proceden de Balanchine, pero Balanchine es la escuela de San Petersburgo. Por eso, Baryshnikov se fue allá donde él. Es una escuela perfecta, porque yo no estoy conforme con que, en el extranjero, se da más cuenta al baile contemporáneo que al ballet clásico. Si el baile contemporáneo no pasa por el ballet clásico, es una porquería, si el fundamento es el baile clásico. Los países tendrían que dar más por el baile clásico. Por ejemplo, Londres y Paris dan más al baile clásico. En Rusia, ahora empiezan otra vez, el Teatro Kirov, el Teatro Bolshoi, porque el fundamento de la danza clásica lo tienen, por eso, cada bailarín que baila es una estrella”.
De su vuelta a España, destaca su desilusión por el generalizado abandono de las danzas tradicionales. “Cuando llegué a España, me gustó mucho un programa de televisión que emitía las jotas de España, porque la jota aragonesa es la principal, y de ella salen todas las demás jotas. Después de eso, yo no he visto ni un solo programa. Solo flamenco y flamenco, pero si no es danza española, es danza gitana. No es del pueblo, como la jota aragonesa. ¿Saben cómo acogen la jota en Rusia? De maravilla, porque es una danza que hace falta bailarla. El flamenco, zapateado aquí, zapateado allá, con el vestido para aquí, con el vestido para allá, pero si la mitad de los pasos de la danza clásica son vascos: Rond de jambe, zortziko, grand battemant, piqué, tijeras, todo son danzas vascas. Una vez, a Sergio –su hijo- le di en escrito cómo se bailaban las sevillanas antiguas y bailó delante de Antonio Gades, y él me llamó de España, diciéndome qué bien baila tu hijo sevillanas. De la danza española, conozco a Pilar (López), María Rosa, Antonio El Bailarín, Antonio Gades…”, concluye Gerardo Viana, un ilustre olvidado por la danza en la madre patria, pero venerado con devoción y admiración por todos los artistas rusos.
En la actualidad, vive en Vitoria, la capital de ese País Vasco que siempre añoró y representó en todos sus ballets.
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MINIATURAS ESPAÑOLAS, UN ÉXITO SIN PRECEDENTES EN TODA LA URSS
Gerardo Viana entró en la historia de la danza por esta obra
El Teatro de la Ópera y Ballet Kirov de San Petersburgo acogió en 1967 el estreno del montaje Miniaturas españolas, cuya coreografía nació en la cabeza de Gerardo Viana, ‘Vladimiro’ (Ortuella, 1926). Compuesto por siete cuadros que representan danzas tradicionales de su País Vasco natal y de otras regiones españolas como Andalucía, Aragón y Mallorca, la obra tuvo un éxito sin precedentes. “La idea me surgió, porque Antonio ‘el Bailarín’ vino a Finlandia, con su grupo español. Entonces, estaba allí el grupo de Kirov. Al verle, me preguntaron si podía montar algo como el ballet de Antonio. Yo ya conocía a Antonio del año 58 que estuve en España, porque bailó donde Pilar –[López]-, y yo había estado un mes estudiando danza española en Madrid, así que me llevé mucho material de aquí. Yo me asusté. Un niño de Carranza (Vizcaya) en el Teatro Kirov, el lugar en el que todos los coreógrafos del mundo sueñan con montar. Todos los bailarines clásicos querían bailar baile español. El cuadro de fandangos lo hice en punta. Por eso, la obra mezcla danzas de carácter y clásico”, recuerda Viana, desvelando cuál fue el origen de su obra más laureada.”En aquel tiempo- prosigue el maestro Gerardo Viana-, España se identificaba con flamenco, porque veían de gira a algunos artistas flamencos españoles. Puse también el flamenco, pero, en realidad, quería enseñarles qué era el País Vasco, qué era Aragón, qué eran las Islas Baleares, qué era Andalucía, porque Andalucía, además de flamenco, tiene baile andaluz, que es el baile español. Todo eso lo metí en 7 cuadros. Cada cuadro tiene su contenido y sus artistas. El acto del País Vasco incluía la Ezpatadantza y San Miguel de Arretxinaga (Markina). Mis ballets suelen incluir un cuadro vasco. Una vez, en una actuación en el Kremlin de Moscú, el director propuso suprimirlo. Yo me negué, y, en la representación, con 6000 personas, fue el más aplaudido”.
¡Bravo Gerardo!, en la noche del estreno
La noche del estreno, el coreógrafo vizcaíno pasó muchos nervios y temió lo peor, a la vista de la reacción del público de San Petersburgo ante el anterior ballet representado.“Yo estaba en el escenario del Teatro Kirov y tenía una bola en la garganta. Estrené un traje tan bonito y todo mojado de sudor. Aquello era tremendo, porque montaron un acto de ballet con otra obra que los de Leningrado (San Petersburgo) ya conocían, de un coreógrafo muy famoso, Jokavson. Como lo habían representado tantas veces, la gente ni aplaudía. Yo me quedé asustado. Pensé que si no le aplaudían a Jokavson, qué iba a pasar con mi obra. Cuando empezaron las ‘Miniaturas’, todos gritaban: ¡Bravo Gerardo! No sé cuántas veces salieron los artistas al escenario. Al final, trajeron tantas cestas de flores de rosas blancas al escenario que no es posible imaginarse qué era aquello. Estuvo mi mujer en el teatro, la pobre, sufriendo todo. Los periódicos de Leningrado (San Petersburgo), el Pravda, y no sé qué más…no sólo eso, sino que al escenario vinieron del centro español de Moscú, para darme las gracias. También, vinieron las Brigadas Internacionales que lucharon en España contra Franco. Y después de eso, empezaron todos los teatros de la URSS”.
La gira por los teatros de la URSS
Desde su estreno en 1967, Miniaturas españolas obtuvo el apoyo del público. Por ello, el creador vasco recibió invitaciones de muchos teatros de la extinta URSS. En 1972, el Teatro Estatal de la Ópera y Ballet de Pierm, en los Urales, fue el segundo lugar en mostrar esta obra coreográfica. Luego vinieron Svierdlovsk (Ekaterimburgo, 1973), Novosibirsk (Siberia, 1974), Gorki (Nizniy Novgorod, 1974), Cheliabinsk (1975), Bashkiria (Ufá, 1975), en Jarkov (Ucrania, 1976) Uzbekistán (1976), donde también cosechó noches de gloria. “Había 15 repúblicas en la Unión Soviética. Algunas que tienen más de un teatro, porque Leningrado (San Petersburgo) tiene Teatro de Ópera y otro pequeño; Moscú, también tiene dos teatros. Miniaturas la coreografié en 1967 y la monté en otros sitios, a partir de 1968. Fueron once años de ‘Miniaturas’. El segundo lugar donde se representó ‘Miniaturas’ fue el teatro de Pierm. Creo que ‘Miniaturas’ ha estado en el repertorio durante 30 años, porque han cambiado el vestuario varias veces; además, la escuela de ahí es una de las mejores. Después, me invitó Svierdlovsk, en 1973. Luego lo monté en Novosibirsk, Gorki, Cheliabinsk, Bashkiria, en Jarkov, Uzbekistán, Mongolia…. El Teatro Kirov de San Petersburgo es un teatro con unos solistas, que cada uno de ellos es una estrella, entonces, tienes que pensar mucho cómo montarlo. Después, vas a Pierm y son grupos diferentes, aunque proceden de San Petersburgo. Allí tuve que cambiar algunos cuadros, porque venía que los artistas no podían hacer algunas cosas. Además, las orquestas no hacían lo que yo quería como la Orquesta Sinfónica de Moscú. En aquellas orquestas, los directores me pedían que yo tocase las castañuelas.”
En 1994, Gerardo Viana Foncea, ‘Vladimiro’, recibió la Medalla de las Bellas Artes, en la categoría de plata, por ayudar a difundir la cultura española en la antigua URSS. Este nombramiento lleva aparejado el título de Ilustrísimo Señor. Lejos de tanta parafernalia, él habla de manera entrañable de su vida, una azarosa colección de aventuras y desventuras, marcadas por su obligado exilio durante la Guerra Civil. En 1986, se publicó en la Unión Soviética la primera enciclopedia de ballet clásico. El maestro Viana aparecía citado en unas cuarenta ocasiones. Sin duda, escrita en letras de oro, su paternidad de Miniaturas españolas le ha reportado las mayores alegrías de su carrera como coreógrafo.