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Encuentro en Japón con Hidemi Seto
Por Jesús Vallinas, fotógrafo de danza y director de www.fotoescena.net
Nos encontramos en Shinjuku, en un café en el interior de un gran centro comercial, a un paso de Big-Camera y Yodobashi Camera, en el corazón de Tokio, la ciudad con mayor cantidad de aparatos fotográficos y tecnología punta del planeta. Podría parecer que en ese contexto resulta muy difícil hacer una valoración de quienes destacan en una especialidad como es la fotografía de danza, pero no es así. Con nosotros se encuentra Hidemi Seto. Sin duda, uno de los mejores fotógrafos del mundo en dicha especialidad, cuyas imágenes son admiradas por todos los amantes del ballet y por algunos profesionales del “clic”, entre los que me encuentro. Hace años que leo su nombre debajo de cada buena foto en las páginas del Dance Magazine, versión japonesa. El momento clave, ése que sintetiza aquello que recordamos tras una buena actuación, está atrapado por sus manos con una limpieza y precisión envidiables.
De una gran naturalidad en el trato, nuestra conversación a través del intérprete resulta agradable y sencilla, alejada de protocolos. Hablamos sobre nuestros inicios en esto y surge la primera de una serie de coincidencias y divergencias en el camino: la foto que nos conectó con este mundillo.
Para ambos fueron las fotografías del Ballet Siglo XX, dirigido por Maurice Béjart. En mi caso, que la fotografía era una actividad paralela a los estudios de Bellas Artes, supuso una transformación radical y quise aprenderlo todo de aquellas imágenes. De ese modo ingresé en la escuela del Ballet Clásico Nacional y me hice bailarín, sin soltar la cámara. Para Seto, que trabajaba en un periódico como fotógrafo, supuso un largo peregrinaje hacia el lugar de donde procedían. No sabía cómo hacer ese tipo de foto y fue a Bruselas, sede de los Ballets del Siglo XX, para aprender. En Japón no existía ese tipo de trabajo. Las fotos de danza, al igual que en la España de finales de los 80, cuando yo comencé mi actividad profesional, eran realizadas en muchas ocasiones por fotógrafos que no tenían el conocimiento suficiente del medio, ya fuera en el aspecto fotográfico como el escénico.
Totalmente autodidactas, estudiamos a los grandes fotógrafos de compañías a través de lo publicado en las revistas. Conscientes de la importancia de una buena publicación, Seto habló con Dance Magazine USA para impulsar el desarrollo de una versión japonesa, que hoy es una de las de mayor tirada en el sector. En mi caso fue el desarrollo de la revista Por la Danza, como una publicación de referencia en España. Para él es muy importante la confianza en la elección de la foto a publicar, que en su caso realiza la editorial, con criterios exclusivamente fotográficos. Sobre este particular no tiene ninguna queja, de hecho, a veces se sorprende de que la foto publicada sea suya. En este sentido, la diferencia con España es la ya tradicional tendencia a escoger la foto en función de otros intereses ajenos al hecho fotográfico, incluso a veces ajenos al escénico, en una mezcla de criterios que en algunos momentos da lugar a más de una sorpresa, esta vez desagradable, a la hora de ver publicado un reportaje.
La llegada del digital supuso para los dos una gran transformación en la metodología del trabajo diario. El proceso de revelado y control posterior ha sido sustituido por la interacción inevitable del software informático. De forma sorprendente, Seto no participa en esa parte del trabajo, apenas usa el ordenador para el correo electrónico. Él entrega el trabajo justo después de la función y no ve sus fotos hasta que se publican. Esto es algo que al principio causa una cierta perplejidad ante la actitud japonesa en general, pero que tiene un profundo significado cuando se valora a la luz de otros hechos similares, sólo en apariencia paradójicos. Así, su perfecta funcionalidad se basa no tanto en el principio de buscar la más alta tecnología en el concurso de la acción, independientemente del entorno, como en adecuar la inversión a la productividad, seguridad y confianza en el trabajo común. Para un madrileño de adopción, acostumbrado a observar en la ciudad elementos de altísima tecnología en permanente contradicción con fallos de funcionamiento o sistemas obsoletos, o tantos diseños de vanguardia aislados del contexto general, y por lo tanto de escasa utilidad, la coherencia de esta manera de pensar se me antoja envidiable. Siendo free-lance, si no controlo con exactitud todos los pasos posteriores al disparo, desde convertir el archivo informático hasta la corrección de color en la copia, no tendría ninguna confianza en conseguir el resultado deseado ante el cliente final. Aún así, y a pesar de los elogios de Seto, pocas veces acabo contento con la publicación de mis imágenes.
Otra de las diferencias más notables entre su trabajo y el mío se refiere al trato recibido, en función de la experiencia y calidad. En Japón, la experiencia acumulada supone un aumento proporcional del respeto en clientes y aprendices del oficio. Según Seto, y esto es algo obvio cuando paseamos por Tokio, existe una histórica actitud de valoración hacia la experiencia, en todas las facetas de la convivencia. Cuando un fotógrafo tiene una dilatada trayectoria, su posición es respetada tanto por los clientes como por el resto de fotógrafos. Es algo que aquí hemos perdido u olvidado, pero que cada vez resulta más necesario recuperar. Recuerdo casos recientes, donde la experiencia y una calidad contrastada servían como argumento a un responsable cultural para decirme que por esa razón se me mantenía al margen de un proyecto que se estaba promoviendo: para dar oportunidad a otros menos cualificados. Un proteccionismo de la mediocridad que corre el riesgo de convertirse en uno de los clichés de la España actual.
En este sentido, resumimos el principal problema al que se enfrenta un fotógrafo de danza. La fotografía digital ha mejorado las posibilidades para nosotros, pero también ha bajado el listón de acceso a una copia presentable. Como resultado, si el trabajo no se ve respaldado por un equipo competente y con un criterio de calidad, en lucha contra intereses siempre presentes, políticos y de índole personal, la selección del material fotográfico se verá lastrada por dichos intereses, siendo el perfecto caldo de cultivo para la competencia desleal y el intrusismo de baja calidad. Empobreciendo, en suma, el resultado en la imagen de danza que llega al público, a pesar de ser ésta la principal ventana y uno de los mejores apoyos del trabajo en escena. Es reconfortante, sin embargo, la conclusión a la que llega Seto: “Si un fotógrafo es bueno, no importa la cantidad de trabas que surjan, al final se acabará sabiendo, tarde o temprano”
Al concluir nuestro encuentro, nos identificamos claramente en el trabajo del otro. No necesito que me explique lo que veo con nitidez en sus fotografías. El estudio, el conocimiento profundo de la danza que reflejan sus imágenes; el contacto con sus grandes modelos, entre los que se encuentran Nina Ananiashvili, Alexandra Ferri, Faruk Ruzimatov... Y sobre todo una claridad de conceptos que deja un discreto pero latente orgullo en su mirada. Hablar con él en estos dos días me ha enriquecido como profesional, dando sentido a las palabras que resumen nuestro encuentro: admiración y respeto.
Jesús Vallinas