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Las artes escénicas en el imperio hispano de los Austrias. Pervivencias en la actualidad

Por Carlos Pérez de la Morena
Las artes escénicas en el imperio hispano de los Austrias. Pervivencias en la actualidad

A lo largo de los siglos XVI y XVII, se gestaron los fundamentos del flamenco y la escuela bolera. Este proceso estuvo influenciado por el modelo económico y social del Imperio.

En 1516 al morir Fernando el Católico, su nieto Carlos fue coronado rey de Castilla y Aragón. En 1520 recibe el título imperial. En los reinos peninsulares, el recelo ante la falta de un compromiso por parte del nuevo monarca, a respetar las leyes castellanas y aragonesas, provocó, en el mismo año,  la sublevación de las Comunidades y Germanías. El emperador cambio su actitud, contó con la aristocracia castellana, adoptando su lengua. La división del Imperio en 1555, entre su hijo, Felipe II, heredero de las coronas de los Países Bajos, Castilla y Aragón, y su hermano Fernando, que recibió los territorios centroeuropeos, hizo que Castilla fuese el eje de la nueva monarquía hispana.     

La nobleza adquiere más importancia en la administración y los asuntos militares. Sus costumbres, marcan la impronta al resto de la sociedad y tienen incidencia en otras cortes europeas. El aristócrata, se forma en las universidades de Salamanca o Alcalá de Henares. Participa en los Consejos y Secretarías de Estado, junto a personalidades procedentes de la burguesía financiera y comercial, ennoblecida por sus aportaciones al Estado. Los nobles ejercen un papel estratégico en los campos de batalla europeos, como oficiales de los Tercios.

La aristocracia adquiere y promueve la producción cultural, convirtiéndose en mecenas de los principales artistas y escritores del momento. Sus diversiones cinegéticas, propias de todas las cortes del continente, se combinan con actividades, típicamente peninsulares como el lanceo de toros y los festejos en las plazas mayores. Surgen personajes destacados, con impacto popular como son Pero Ponce de León, redactor del Arte del rejoneo, que regulariza las suertes y espacios donde se desarrolla. Los caballeros, en sus demostraciones, hacen ostentación de trajes ricos y elaboradas monturas. El momento de mayor auge del rejoneo y los festejos taurinos, fue en el reinado de Felipe IV y Carlos II (1621-1700). Los caballistas más destacados fueron el Marqués de Velada, Conde de Cantillán y Antonio Sancho Dávila de Toledo y Colonna (1590-1666) III Marqués de la Velada.

Los festejos de la Corte y las actividades lúdicas, acontecidas en los palacios de los Grandes de España, evolucionaron a un protocolo, distinto a sus homólogos europeos, creando tendencia sobre ellos. La particularidad hispana supone la adopción de bailes e instrumentos musicales de origen popular que pasaron por adecuaciones escénicas. Es el caso de la zarabanda. El baile, de origen popular que trascendió a los escenarios teatrales, fue modificado a partir de 1620, con una medida de tres tiempos, más académica, perdiendo descaro y virulencia. Además, adoptó reglas y normas fijas, adecuadas a los salones de la nobleza. Madame D´Aulnoy en su Relación del viaje de España de su alteza real monseñor el Duque de Chartres, (1679) nos indica que en casa de D. Pedro de Aragón, la reina María Luisa de Orleans, bailó ante su esposo Carlos II, canarias y zarabandas. La reina, de origen francés, se aprestó, previamente, en el aprendizaje de dichas, danzas. Esta modalidad de zarabanda, se extendió a Francia. El cardenal Richelieu, privado de Luis XIII la bailó, con crótalos en las manos y cascabeles en los pies, ante la reina, Ana de Austria, hermana de Felipe IV de España. Por su parte, el duque de Chantres y la princesa Conti, la ejecutaron ante Luis XIV y su esposa, Teresa de Austria, matrimonio acordado en la Paz de los Pirineos (1659).

El Imperio, en el momento de máxima expansión (1580-1668), se extendía por todos los continentes, al sumar los territorios que los reinos de Castilla, Portugal y la Corona de Aragón, poseían en el Mediterráneo, las costas africanas y asiáticas e Iberoamérica. Los navíos comerciales y la flota de Indias, procedente de Filipinas y América, traían no sólo productos, sino aportaciones culturales, destacando especialmente bailes y composiciones musicales de extracción popular. Los puertos de Lisboa, Sevilla, Cádiz y Málaga fueron un crisol de gentes que gestionaron las bases del cante y baile flamenco, así como la Escuela Bolera.

Los esclavos negros, procedentes de África y del Caribe, se concentraron en Lisboa y Sevilla. Las autoridades de la ciudad hispalense permitieron que en los días de fiesta y mercado, pudieran reunirse y celebrar sus bailes. La voluptuosidad de sus evoluciones, así como el bullicio causado con los panderos  y atabales dieron como resultado normas municipales, como la emitida en 1583, por los Alcaldes de Casa y Corte, en la que se prohibía cantar en calles, casas u otros espacios (tabernas y colmados de los muelles), ritmos afrocaribeños como la zarabanda y similares (chacona y zarambeque).
La actividad asociada al comercio, tuvo su epicentro en el barrio de Triana. La calle Pagés del Corro, se conocía como Cava, por el foso que protegía el barrio de los desbordamientos del río Guadalquivir. En sus inmediaciones, se encontraban talleres de orfebrería, herrería y de jabones. El crecimiento urbano de Sevilla, por los comerciantes, testaferros y financieros alojados en la ciudad, así como las necesidades de la flota, determinaron el auge del bario trianero.

La población combinaba sus actividades fabriles con canciones y bailes populares que constituyeron un acervo folklórico. La seguidilla, prototipo de baile alegre, también llamado de gracia y donaire, se extendía por Castilla y Cataluña. Sus orígenes se sitúan en La Mancha. No obstante, fue la variante andaluza y en concreto la ejecutada por las clases populares sevillanas, las que alcanzaron más éxito. Pasó a llamarse seguidilla sevillana y posteriormente quedó como sevillana. Finalmente, fue la principal representante de esta tonada, cantada y bailada.

El dinamismo social de los siglos XVI y XVII dio como resultado cierta permeabilidad entre privilegiados y no privilegiados. En el Tercer Estado, por su parte, se produjo un notable incremento en el número de personas que vivían en las márgenes del sistema, ligadas al hampa y la picaresca. Su procedencia era diversa: ex soldados, marineros, jornaleros y aprendices sin oficio, huérfanos y buscavidas. Buena parte de ellos, aparecen ligados al hampa y la picaresca, siendo denominados de diversas formas: jaques, marcos, mozos carios, valentones y jacarandinos. Este grupo creo un tipo de baile, picarón y desenfadado llamado jácara. Sus evoluciones fueron recogidas por literatos como Quevedo (las cortes de los bailes) y Cervantes (la Cueva de salamanca).

La heterogeneidad de la sociedad peninsular en este período, se vio completada con la etnia gitana. Llegan a la Península en 1425. Desde ese momento, se extendieron por toda su geografía. En la ciudad de Sevilla, su ubicación fue en la Cava Alta o Nueva, dentro del barrio de Triana, desde San Jacinto a la Plaza de Cuba. De la convivencia y/o rivalidad con los payos, derivó su particular interpretación de danzas y canciones populares. El gitano, dotado de una disposición y expresividad innata para el cante y el baile, así como unas dotes naturales para su interpretación, modeló la romanza, seguidilla, zarabanda, chacona y otras danzas de origen africano. Para esta labor, las familias gitanas organizaban cuadrillas o pequeñas troupes, en las cuales se  distribuían las funciones. Unos tocaban otros cantaban y habitualmente, las mujeres bailaban.

Varios autores de la época, nos dieron cuenta de sus andanzas, especialmente Miguel de Cervantes. Al parecer, su tía María de Cervantes, tuvo relaciones con Martín de Mendoza, hijo natural del poeta y diplomático Diego Hurtado de Mendoza y la gitana María Cabrera.

El teatro en el siglo XVII muestra la eclosión literaria del Barroco, con autores como Lope de Vega, Calderón o Cervantes. La asistencia a los corrales de comedias y teatros, es un divertimento común a todos estamentos sociales. En las representaciones, al finalizar los entremeses, se solía amenizar a los espectadores con canciones y bailes populares. Para facilitar su adaptación a los escenarios y su aceptación por parte de la burguesía, nobleza y corte, se atenuaron las evoluciones procaces o explícitamente provocativas. La versión escénica de la zarabanda, chacona, seguidilla, jácara y otros bailes de origen popular, mantuvo la viveza, sensualidad y picardía característicos, pero de forma más refinada. Por otra parte los pasos se coreografiaron teniendo en cuenta el espacio escénico.

El Imperio hispano de los Austrias, fue un momento de eclosión cultural por una serie de factores:
1.    Demanda de los diferentes sectores sociales, de manifestaciones artísticas, con un sello propio que mostrase los usos y costumbres de la sociedad española.
2.    Vitalidad creativa de las clases populares y aparición de una pléyade de genios en la  literatura y las artes plásticas.
3.    Retroalimentación, en temas y técnicas, por parte de los artistas ligados a la élite y las manifestaciones del pueblo.
4.    Cosmopolitismo social y cultural. El flamenco se puede considerar un fenómeno cultural, evolucionado a partir de los ritmos populares del siglo XVII que tomando como base, unas líneas maestras que definen el cante, el baile y el toque, es capaz de coexistir y asumir, otros tipos de artes musicales de raíz popular. El resultado es un estilo dancístico y musical, en constante renovación, abierto que a su vez mantiene las  esencias tradicionales.

 

 

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