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A solas con Antonio Ruz y Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola

Publicado por Mercedes L.Caballero en Magazine FOP, XXXII Festival de Otoño a Primavera 2014-2015
A solas con Antonio Ruz y Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola

ENCONTRADOS
Tras su paso por el Teatro Central de Sevilla y el Mercat de les Flors de Barcelona, llega hasta el Festival de Otoño a Primavera Vaivén, último trabajo de los creadores e intérpretes Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola y Antonio Ruz, resultado de un original encuentro, tan íntimo como poético, con formato de díptico coreográfico

Sus trayectorias profesionales, la de Antonio Ruz (Córdoba, 1976) y Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola (Legazpi, Guipúzcoa, 1966), coincidieron por primera vez hace ahora ocho años bajo el manto de la reputada coreógrafa alemana Sasha Waltz, con quien los dos creadores vienen desarrollando prolíficas colaboraciones desde hace años. Y cruzarse, buscarse y encontrarse se presentó como algo casi natural en su recorrido. «Mi primer encuentro con Antonio fue como intérprete en Fantasie, de Sasha Waltz. Después compartiríamos un proceso de investigación también bajo la dirección de esta coreógrafa... y descubrí una sensibilidad con tantos puntos comunes a la mía que provocarían una curiosidad y una sed por seguir conociéndole que me llevó a invitarle como intérprete de mi obra Ars Melancholiae», recuerda Juan Kruz. Cercanos a la honestidad que otorga la búsqueda, ajenos a la oferta de corte comercial y amantes del contagio disciplinario y la colaboración artística, los dos creadores se descubrieron en un universo de inquietudes similares y respeto mutuo. «En Ars Melancholiae, Juan Kruz me hizo cantar por primera vez en escena. Una experiencia que me marcó y con la que pude descubrir que, lejos de gustos personales, compartíamos una sensibilidad artística con la que me sentía muy identificado. Un universo musical del que sigo nutriéndome hasta hoy», rememora el coreógrafo cordobés. Musical, además de dancística, es la formación de Juan Kruz, titulado por el Conservatorio Superior de Música de San Sebastián y diplomado como contratenor en la Akademie voor Oude Muziek de Ámsterdan. La danza le vino después, allí en la capital holandesa, tras su encuentro con Marcelo Evelin, y el cuerpo y sus infinitas formas se presentaron como nuevo instrumento para Kruz. Emio Greco, Lloyd Newson y, por supuesto, Sasha Waltz, coreógrafa con quien viene colaborando como bailarín, coreógrafo y director musical, desde hace más de 18 años, son algunos de los nombres junto a los que el creador vasco firma parte de su impronta coreográfica. En solitario, junto a proyectos como d’avant (con Luc Dunberry, Damien Jalet y Sidi Larbi Cherkaoui), se alzan trabajos para compañías como Danza Contemporánea de Cuba, loscorderos sc, MOPA, la orquesta barroca AKAMUS y, de entre los más recientes, Romances, realizado por encargo para la Bienal de Flamenco de Sevilla en 2012, por el que recibió el Giraldillo a la mejor dirección. La de Antonio Ruz ha sido, en cambio, una trayectoria ligada a la danza desde sus primeros años. Formado en ballet clásico, danza española, flamenco y danza contemporánea, por donde transita como creador desde hace años, Ruz ha formado parte como intérprete de agrupaciones como el Ballet Víctor Ullate, en el que arrancó su trayectoria profesional, el Ballet del Gran Teatro de Ginebra y el de la Ópera de Lyon. Pero ha sido en solitario, junto a creadores como Rafael Estévez y Nani Paños, Sasha Waltz, con quien viene colaborando desde 2007, o al frente de su propia compañía que dirige en Madrid, como Ruz ha dibujado ese itinerario coreográfico que le sitúa como el destacado creador que hoy es.
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VAIVÉN
No es difícil, repasando la carrera artística de uno y otro y atendiendo al interés que cada uno de ellos muestra por el trabajo de su compañero dancístico, adivinar de este encuentro entre los dos, una inusitada ocasión para descubrir el universo de cada uno de ellos en manos del otro. Surgió Vaivén de una necesidad y vio la luz con una condición. La necesidad de Antonio Ruz de ponerse en las manos de Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola y la condición del segundo de que tal aventura fuera recíproca. «En un deseo por seguir explorando mi voz e investigando en nuevos registros como intérprete, le hablé hace años a Juan de mi deseo por hacer un solo cantado (y poco bailado), idealmente dirigido por él. Conociendo y admirando su trayectoria musical y creativa, sabía que nadie mejor que él podría guiarme y traducir mis ideas... Así que, después de trabajar un tiempo en el concepto, de forma más concreta, Juan aceptó dirigirme con la condición de que yo lo dirigiese también a él en un mismo espectáculo. Un doble reto que me entusiasmó. Dicho de manera un poco simplista, Juan quería bailar y yo, cantar», declara Antonio Ruz. «Cuando Antonio compartió conmigo su deseo de que yo le dirigiera en un proyecto en el que le hiciera cantar, yo le confesé la necesidad que con el tiempo crecía en mí de abandonarme como intérprete en este momento de mi vida a alguien con quien tuviera una relación de confianza tal, que ninguna de las dos partes tuviera temores, juicios, ni expectativas sobre las vías a explorar; yo tengo la convicción de que los desafíos mayores, más íntimos y profundos nos vienen de quienes mejor nos conocen, si ambas partes están dispuestas a revalorar con toda honestidad, humildad y apertura, desde ese conocimiento mutuo, desde esa historia común, toda suposición, percepción o creencia que tengamos de quiénes somos, de nuestros ideales y metas. Así nació este proyecto tan dual, yo dirigiendo y guiando a Antonio a través de un trabajo vocal y de la integración de este medio como instrumento expresivo y narrativo que él tanto deseaba explorar, para después intercambiar nuestros roles y funciones, en un reverso de la misma moneda, en el que él me dirigiera en una exploración que yo quería que fuera concentrada en el cuerpo y en su potencial, despojándolo al máximo de toda distracción ajena a él», confiesa Juan Kruz. A partir de ahí, los dos coreógrafos se escriben el uno al otro lo que han llamado «carta a los Reyes Magos» («y dos lecciones que todo niño aprende rápidamente son que no toda petición es satisfecha por esos Reyes Magos y, sobre todo, que no se revela a nadie el contenido de esa carta», advierte Juan Kruz) y comienzan a trabajar. El resultado, un regalo mutuo que ofrece la oportunidad de viajar por el cosmos de cada uno de estos dos destacados creadores e intérpretes, cristalizado en dos solos.

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PREGUNTA.- ¿Qué resaltarían el uno del otro en cuanto a este trabajo en concreto?
Antonio Ruz.- Aunque lo conozco muy bien como intérprete, confieso que la idea de dirigir por primera vez a alguien a quien tanto admiro y al que considero mi «maestro» me creaba cierta aprehensión, pero desde el primer día que pisamos el estudio, Juan se entregó al trabajo con la generosidad e ilusión de un niño. Sin prejuicios y con una apertura que han hecho del proceso un disfrute y un aprendizaje; su consciencia corporal y su presencia escénica son una importante fuente de inspiración para mí en este trabajo. Como director, no sólo ha respetado y traducido mis deseos y fantasmas sino que también, siendo consciente de mis limitaciones, me ha hecho deambular por terrenos desconocidos y he paseado de su mano por lugares de una vulnerabilidad y exposición nunca visitados por mí.

Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola.- Yo ya había dirigido a Antonio en varias ocasiones, así que su talento, potencial, maleabilidad, riqueza de registros y colores como intérprete me eran ya familiares. Es la primera vez que me dirige y es siempre un placer ponerse en manos de alguien que sabe discernir la claridad de visión del dogmatismo, que sabe trabajar con rigor y disciplina absolutos sin perder flexibilidad de espíritu, que está siempre a la escucha, y que puede desafiarte y sacarte de tus propios patrones, hábitos y trampas, que tiene la suficiente humildad (y no falsa modestia) para crear un diálogo constructivo en el que todo se mantiene siempre en proceso de continua valoración y revaloración.

«SIEMPRE ES UN PLACER
PONERSE EN MANOS DE ALGUIEN
QUE SABE TRABAJAR CON RIGOR
Y DISCIPLINA SIN PERDER LA
FLEXIBILIDAD DE ESPÍRITU»

P.- Sobre los dos solos que componen este trabajo, ¿qué diría que les une y qué les hace diferentes, además de la interpretación?
Antonio Ruz y Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola.-
Definir la forma de cada una de las dos mitades de Vaivén como sendos «solos» nos parece siempre incompleta e injusta (aunque nosotros mismos no dispongamos de otro apelativo), ya que el cómo cada una de esas partes define y enmarca a la otra, constituye uno de los elementos más importantes y singulares que las une. Las motivaciones que nos han llevado a cada uno de nosotros a compartir y colaborar en este proyecto no son necesariamente idénticas, pero comparten esencialmente una base. Y los dos abordamos el cuerpo en su integridad como instrumento expresivo y narrativo. La diferencia más obvia entre los dos «solos» (siempre a falta de un mejor sustantivo) es que en uno se presenta el cuerpo como generador y motor de movimiento en un contexto de total austeridad, despojado de toda trama musical y elemento escenográfico, en un deseo de búsqueda emocional desde esa reducción de recursos, mientras que en el otro se incluye la voz (a través de canciones con todo el bagaje inevitablemente inherente que con ellas viene), que se convierte en foco y punto de partida de nuestra propuesta, además de incluir elementos escénicos que lo enmarcan en un discurso teatral totalmente ausente en el primero.

MERCEDES L. CABALLERO


Revista FOP Magazine 2014/205

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