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El punk de las artes escénicas. Entrevista a Wim Vandekeybus
Publicada en la Revista Ddanza
El punk de las artes escénicas
No existe un adjetivo que no se le haya colgado a Wim Vandekeybus (1963, Lier, Bélgica), inquieto, trasgresor, creativo a rabiar. En su fase madrileña, hace ya 25 años, fue cuando moldeó la compañía Última Vez, y desde entonces este “punk” de las artes escénicas no ha parado en su afán de ser diferente, de invadir y hacer suyos hasta los terrenos más hostiles. Ni el séptimo arte se le resiste. Después de realizar varios cortometrajes al margen o al servicio de sus espectáculos, Monkey Sandwich es su primera película de ficción, con la cual llegó al Festival Internacional de Cine de Venecia. Sin embargo, el creador belga no dejará la danza, o más bien las artes escénicas tal como él las entiende, sueña, concibe y vive.
Por: Janina Pérez Arias

Wim Vandekeybus en el Festival Internacional de Cine de Venecia.
P- Originalmente Monkey Sandwich fue un montaje de teatro, ¿por qué decidió hacer una película?
R- Cuando trabajas en la escena y sientes que ya no puedes ir más allá, entonces recurres a otros medios. Por eso he hecho cortometrajes como The Last Words [basado en cuentos de Julio Cortázar], permitiéndome plantear aspectos más personales; esas posibilidades me gustan, y cada vez me gusta más filmar ficciones. Con Monkey Sandwich (2010) me apeteció hacer una película, pero tenía que haber una persona en el escenario que era el niño que nunca nació. Es un espectáculo de dos horas y media, el personaje está completamente desnudo, y esas dos dimensiones, la del escenario y la de pantalla, compiten y se complementan, porque el filme proyectado viene de la cabeza del personaje del escenario. Es muy bonito hacer cosas así, pero para el público representa mucho trabajo.
Pero hacer el largometraje fue otro proceso. Rodamos en 12 días, fue una verdadera locura, con mucha gente, niños, animales y tres mil litros de agua. No teníamos un gran presupuesto, pero cuando no tienes mucho dinero puedes ser muy creativo...
P- ¿Su concepción de espectáculo debe integrar diversos elementos para poder plasmar todo lo que quiere transmitir?
R- Depende... No quiero combinar siempre todo, eso no me gusta. Vengo de la fotografía, de las imágenes en movimiento, y después entré en las artes escénicas con Jan Fabre. En 1987 hice What the Body does not Remember que ganó premios en varios países. Fue entonces cuando me dediqué a un tipo de espectáculo muy físico. Hace cinco años empecé a integrar otra vez películas que no son de danza en los montajes. Nunca me ha gustado filmar a los bailarines para proyectar al mismo tiempo en el escenario, porque llega un momento en que la pantalla resulta más atractiva.
P- Es como un punk de las artes escénicas. Los críticos pueden tener objeciones hacia su trabajo, pero lo que más admiran es su riesgo.
R- Pienso que si haces coreografías o espectáculos puedes utilizar danza dentro de una historia, pero si partes de la danza abstracta solamente, ya se complica. Después de los 27 montajes que he hecho, ¿cómo puedes continuar solamente con eso? Yo nunca lo hice. La danza estaba en función de la historia, del cuento, y algunas veces podía desaparecer. Si siempre se hace lo mismo, el público entonces irá al teatro cada cinco espectáculos porque sabe exactamente que será parecido al anterior; por eso para mí cada nuevo montaje debe ser diferente.
P- Si bien persigue que sus espectáculos sean diferentes, ¿siente que hay una constante en su trabajo, algo que quiera seguir explorando?
R- Seguro... En Monkey Sandwich es la indiferencia hacia la naturaleza y la pasión humana que lleva a cometer errores, así como la muerte y la vida; tengo espectáculos que tocan el instinto animal. Siempre trato de destruir algo y de utilizar los movimientos en función de mis ideas. Seguro que reutilizo recursos. En Edipo, por ejemplo, he trabajado con movimientos congelados, con acciones muy lentas, nunca hubiera imaginado usar algo así. Me resulta fantástico que poder emplear todavía cosas nuevas, usar recursos novedosos para mí, otra gestualidad.

Monkey sandwich. Foto: Pieter Jan de Pue
P- ¿Cómo fue el desarrollo de Edipo?
R- En principio fue un montaje con 24 niños con el mismo texto de la mitología, mi hijo de 11 años también participó. Luego cambié la forma, y ahora yo actúo con 15 personas, con música en vivo. Jan Decorte hizo una adaptación muy compacta, casi infantil, el texto se redujo a media hora, y el espectáculo es de una hora y cuarenta minutos; así que tenemos mucho tiempo para incluir imágenes y música dentro de la historia. Hay mucho baile pero también hay texto, y la audiencia se enfrenta a otras cosas.
P- ¿Se pone presione a sí mismo en su empeño de hacer siempre algo distinto?
R- Sí, personalmente se me plantean muchos conflictos... Necesito tener la sensación de ser feliz, pero todavía duermo tres horas... Por otra parte, hago muchas cosas, incluyendo exposiciones de fotografía, publicidad, a veces tengo que rechazar algunas propuestas para así poder organizarme y llegar más lejos. Ahora con el proyecto de la nueva película [Galloping Mind] , voy a parar un año; también pienso retomar el primer espectáculo, What the Body does not Remember con música en vivo y jóvenes, tal como lo hice hace 25 años.
P- Es referencia de un tipo de espectáculo bastante particular, ¿cuáles son sus fuentes de inspiración?
R- Puede que haya cosas que me inspiren, pero también me gusta abandonarme, olvidarme. A veces, cuando he creído que es algo muy personal, viene alguien y me dice que se parece a otra cosa que ya ha visto... Cada vez más creo que no debo tenerle miedo a eso. Mi inspiración viene de mis conflictos, de mis emociones, de mi felicidad, de mis luchas... Soy muy positivo, pero puedo sufrir mucho, y el trabajo siempre está primero. Tal vez los miedos, mis sentimientos negativos, quizá ahí esté mi inspiración. Yo veo lo que, a lo mejor, para otros no es visible (reflexiona). Es muy difícil decir qué me inspira... Tal vez tenga que parar alguna vez para saberlo con certeza.
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